0.
¿Saben lo que es el yenga? Es ese juego en que vas quitando piezas que son parte de una torre que debes seguir construyendo a medida que vas desconstruyendo parte de las bases… ¿se acordaron?
Pues bien, anoche tuve un sueño extraño. Y para entenderlo, recordar lo que es el yenga, es un requisito importante. He ahí la aclaración.
¿Que por qué es importante mi sueño o para qué debe usted leerlo? Pues no lo sé en verdad, es cosa suya, yo ni siquiera le he pedido que me lea, ni nada… usted verá qué hace con su tiempo y yo decidiré qué hago con el mío… y el que quiera oír, que oiga.
1.
Para empezar diré que el sueño ocurría en una especie de oficinas… largos corredores claros que se comunicaban unos con otros y que, al parecer, eran el lugar de operaciones para una serie de ministerios desde donde se intentaban solucionar una serie de conflictos para una gran ciudad que nunca vi realmente –no la recuerdo al menos-, y de la que, creo, éramos también parte, aunque no sabría aún explicar cómo.
El caso es que, al parecer, yo había sido llamado para ejercer una función extraña, algo así como jugar al yenga, pero a través de una proyección virtual, utilizando unas tenazas unidas con cables a unas pantallas donde podían verse unas estructuras similares a cristales que yo debía remover cuidadosamente y volver a ubicar en la parte alta sin que la construcción se viniera abajo.
Recuerdo entonces haber realizado esta acción hasta que me di cuenta que cada una de los cristales que movía, y que debía luego de sacarlos, meterlos en un líquido extraño, antes de volverlos a ubicar en la parte superior, parecían, de una extraña forma, estar vivos… o mejor dicho, parecían contener pequeñas vidas dentro, vidas que al meterlas al líquido dejaban de existir y se convertían en otras, una vez que yo las ponía en lo alto.
-Usted no debe hacer eso –me dijo entonces una voz, justo cuando me acercaba a la pantalla a ver más de cerca aquellas piezas.
-¿Por qué? –pregunté.
-Usted, señor ministro, no debe cuestionar ni descubrir, sino realizar, -me dijo-. Todo lo que no forma parte de esas acciones no es labor suya, y no se le compensará de forma alguna con el trabajo realizado.
-No me interesan las compensaciones –le dije- sólo me interesa saber qué estoy haciendo…
-Usted está moviendo bloques, señor ministro.
-Pero esos bloques no son bloques, o sea, nos son cosas, están vivos… -insistí-.
-Mmm, no comprendo la diferencia, señor ministro… quizá deba usted solicitar una entrevista con alguien que lo comprenda.
-¿Puedo hacerlo?
-Puede, pero no habrá compensaciones –me dijo, y me indicó que lo siguiera por unos pasillos que no había visto en un inicio y que al parecer iban en ascenso-. Es por aquí…
Entonces aquella voz –no recuerdo cómo era el ser al que pertenecía aquella voz-, me dejó en un gran salón, junto a una puerta oscura y paredes transparentes por las que podía apreciarse una especie de ciudad, en la distancia, toda formada por esos bloques que yo antes había removido, y que al aparecer tenían pequeños puntos de colores dentro… aunque cada vez que intentaba fijar mi vista en ellos, todo parecía desenfocarse y verse borroso, y me producía un extraño dolor de cabeza.
2.
-¿Solo estás? –me preguntó entonces una voz.
-Sí, solo –contesté y miré a aquel ser que se encontraba justo frente a mí, al interior de una oficina a la que no recuerdo cómo entré, pero que me pareció extrañamente familiar.
El ser por lo demás, -si bien no ocupó esa forma todo el tiempo-, apareció ante mí con la forma de Yoda –sí, el de Star Wars- y me hablaba con voz sabia.
-Cuestionarte tú no debes –me dijo-. La labor realizar los ministros hacen, y sin preguntas deben ser.
-Pero es que yo ni siquiera soy ministro, yo…
-Ministro tú eres –me interrumpió-.
-Pero yo no quiero ser ministro, yo quiero saber qué es aquello que movemos…
-Tú dejar de ser ministro no puedes.
-¿Por qué no?
-Porque ministros el número exacto son. Siempre exactos ellos ser. Prolijo y exacto es el trabajo. Perfecto.
-Pero en este momento, por ejemplo, yo no estoy trabajando…
-Momento éste no es, éste intertanto ser. Fuera del tiempo es.
-Pero es que esos bloques, -insistí-, esos cristales tienen vida… y al sacarlos, al meterlos en el líquido…
-Todo con vida es. Y a la vez sin vida permanece.
-No entiendo.
-¿Comprender quieres?
-Sí.
-Decisión tuya es. Preguntar no debes, pero responder yo haré.
-Gracias.
Entonces Yoda levantó los brazos y todo en torno suyo pareció transformarse, y ya no habían diferencias sino colores, nubes de colores que atravesaban los bordes de las cosas como si no existiesen, incluso los míos.
-Energía igual siempre es. Siempre. Dioses y ministros, permanente todo ser. Pero el mundo no estable es, ni gente igual, ni número… ¿entender puedes?
-Un poco…
-Mucho número, menos energía ser, por cada uno… división sencilla… Baldor enseñar…
-¿Baldor?
-Baldor, -me dijo, y se tocó la pera dibujándose una barba y se rió un poco-. División sencilla ser, incógnita no hay. Reducción necesaria ser, ja…
-Pero es que no le encuentro la gracia –interrumpí-, es decir, si entiendo bien, me estás diciendo que debemos eliminar a algunos porque la energía es poca, porque es siempre igual y si hay mucho número entonces disminuye…
-Sí, ja. Tú sí parecer, pero no hueón tú ser…
-Eh… gracias… pero espera, algo entiendo, pero… ¿cómo decides a quien sacar? ¿Cómo asegurarse que eso que sacas no sostenga otra cosa…?
-Ministros sacar, ellos decidir…
No sé por qué, pero esta frase terminó molestándome un poco, como si me sintiese parte de algo de lo que nunca elegí participar.
-¿Los ministros somos asesinos, entonces? –le dije.
-Asesinos no ser, garzones de energía son, repartir ellos deben.
-No veo la diferencia –insistí-.
-Tú ver no quieres. Tú ministro incompetente ser. Ninguna vida a otra sostiene. Juego divertido éste es. Yenga divino ser…
Entonces el ser me mostró como eran removidos estos bloques, y mientras lo hacía parecía absorto… como si de verdad fuese aquello algo hermoso para ser presenciado.
-¿Y tú eres el que decide? ¿El que disfruta el juego? –le dije, un tanto molesto.
-Yo no ser. NI tú. El disfrute de Dios es. Y la risa…
-Y si un día se equivoca, -seguí-, si un día toman el eslabón equivocado… si un día sucede que una pieza era en verdad un soporte, algo que sostenía otra cosa…
-Nada sostener nada: retractarme yo debo: tú hueón ser, y remediarlo no puedes…
-No me importa ser hueón, me interesa entender la risa…
-De Dios la risa es, comprender tú no puedes…
El ser seguía indiferente, mirando aquellas cosas, pero de cierta forma, al contestarme, surgía en mí cierta simpatía por él.
-Entonces no hay eslabón, ¿no existe al menos un soporte? –le pregunté-.
-Secreto de Dios ser… -me dijo, y tras pensárselo un poco y mirar en torno suyo, agregó:-, mas un soporte haber…
-¿Hay un soporte entonces?
-Haber puede, pero aún no es…
Y el ser guardó silencio. Por un momento sentí que desaparecería sin más, así que volví al asunto:
-¿Y yo tendré que ser ministro…?
-Ministro debes ser.
-Y el que no quiere ser… -insistí-.
-Ministro no es, todo ministro quiere ser quien es.
-Entonces yo no soy –le dije aprovechando mi oportunidad-. Si no quiero serlo quiere decir que no lo soy…
-Mmm… hueón pillo tú ser… ja, pero entonces ser bloque tú debes…
-De acuerdo…
-Mmm, pero el bloque no sabe que bloque es… complicar todo tú haces… -me dijo como sacando cuentas-.
-No hay problema, lo olvidaré, diré que fue un sueño…
-Mmm, pensarlo debes: bloques innecesarios son, no permanecen, crecer para descrecer, hacen…
-No importa, eso quiero…
-¿Tú ministro Vian más no ser?
-No, sólo Vian –contesté-.
-Consciencia de ser, terrible es -me dijo serio, aunque cambió rápidamente su actitud-. Valiente o hueón tú eres… ja… valiente o hueón tú eres… buena frase ser…
-Sí buena frase… -admití- ¿y entonces?
-Entonces distinguirte no podré, bloques iguales son… despedirme yo debo…
Y el ser aquel estiró su mano.
-Adiós, eh… Yoda… -le dije.
-Ja, Yoda… ja,ja… ¿verde y orejón me ves?
-Pero simpático… -le dije, para que no se sintiera-.
-Simpático tú también ser, y valiente o hueón… ja, buena frase es… ja… valiente o hueón tu ser… ja,ja…
Aquí reímos un poco más y ambos nos quedamos un rato mirando el movimiento de los bloques.
Entonces sentí que el sueño llegaba a su final, y que ese ser desaparecía… y así, mientras desaparecía, cruzamos nuestras últimas palabras.
-Cuídanos Yoda, danos tiempo… -le dije, sin solemnidad alguna.
-El tiempo siempre es, problema ese no ser… -contestó.
-Adiós entonces.
-Entregar antes la placa tú debes…
Entonces me saqué un distintivo que sólo entonces me percaté que llevaba y que decía Ministro Vian. Luego el ser me tocó el rostro y sentí algo así como una bendición.
Por último, mientras el sueño se desvanecía, yo creía escuchar a Yoda insistir con su frase…
-Ja, hueón o valiente tú ser, ja… hueón o valiente…
Y entonces desperté.
¿Saben lo que es el yenga? Es ese juego en que vas quitando piezas que son parte de una torre que debes seguir construyendo a medida que vas desconstruyendo parte de las bases… ¿se acordaron?
Pues bien, anoche tuve un sueño extraño. Y para entenderlo, recordar lo que es el yenga, es un requisito importante. He ahí la aclaración.
¿Que por qué es importante mi sueño o para qué debe usted leerlo? Pues no lo sé en verdad, es cosa suya, yo ni siquiera le he pedido que me lea, ni nada… usted verá qué hace con su tiempo y yo decidiré qué hago con el mío… y el que quiera oír, que oiga.
1.
Para empezar diré que el sueño ocurría en una especie de oficinas… largos corredores claros que se comunicaban unos con otros y que, al parecer, eran el lugar de operaciones para una serie de ministerios desde donde se intentaban solucionar una serie de conflictos para una gran ciudad que nunca vi realmente –no la recuerdo al menos-, y de la que, creo, éramos también parte, aunque no sabría aún explicar cómo.
El caso es que, al parecer, yo había sido llamado para ejercer una función extraña, algo así como jugar al yenga, pero a través de una proyección virtual, utilizando unas tenazas unidas con cables a unas pantallas donde podían verse unas estructuras similares a cristales que yo debía remover cuidadosamente y volver a ubicar en la parte alta sin que la construcción se viniera abajo.
Recuerdo entonces haber realizado esta acción hasta que me di cuenta que cada una de los cristales que movía, y que debía luego de sacarlos, meterlos en un líquido extraño, antes de volverlos a ubicar en la parte superior, parecían, de una extraña forma, estar vivos… o mejor dicho, parecían contener pequeñas vidas dentro, vidas que al meterlas al líquido dejaban de existir y se convertían en otras, una vez que yo las ponía en lo alto.
-Usted no debe hacer eso –me dijo entonces una voz, justo cuando me acercaba a la pantalla a ver más de cerca aquellas piezas.
-¿Por qué? –pregunté.
-Usted, señor ministro, no debe cuestionar ni descubrir, sino realizar, -me dijo-. Todo lo que no forma parte de esas acciones no es labor suya, y no se le compensará de forma alguna con el trabajo realizado.
-No me interesan las compensaciones –le dije- sólo me interesa saber qué estoy haciendo…
-Usted está moviendo bloques, señor ministro.
-Pero esos bloques no son bloques, o sea, nos son cosas, están vivos… -insistí-.
-Mmm, no comprendo la diferencia, señor ministro… quizá deba usted solicitar una entrevista con alguien que lo comprenda.
-¿Puedo hacerlo?
-Puede, pero no habrá compensaciones –me dijo, y me indicó que lo siguiera por unos pasillos que no había visto en un inicio y que al parecer iban en ascenso-. Es por aquí…
Entonces aquella voz –no recuerdo cómo era el ser al que pertenecía aquella voz-, me dejó en un gran salón, junto a una puerta oscura y paredes transparentes por las que podía apreciarse una especie de ciudad, en la distancia, toda formada por esos bloques que yo antes había removido, y que al aparecer tenían pequeños puntos de colores dentro… aunque cada vez que intentaba fijar mi vista en ellos, todo parecía desenfocarse y verse borroso, y me producía un extraño dolor de cabeza.
2.
-¿Solo estás? –me preguntó entonces una voz.
-Sí, solo –contesté y miré a aquel ser que se encontraba justo frente a mí, al interior de una oficina a la que no recuerdo cómo entré, pero que me pareció extrañamente familiar.
El ser por lo demás, -si bien no ocupó esa forma todo el tiempo-, apareció ante mí con la forma de Yoda –sí, el de Star Wars- y me hablaba con voz sabia.
-Cuestionarte tú no debes –me dijo-. La labor realizar los ministros hacen, y sin preguntas deben ser.
-Pero es que yo ni siquiera soy ministro, yo…
-Ministro tú eres –me interrumpió-.
-Pero yo no quiero ser ministro, yo quiero saber qué es aquello que movemos…
-Tú dejar de ser ministro no puedes.
-¿Por qué no?
-Porque ministros el número exacto son. Siempre exactos ellos ser. Prolijo y exacto es el trabajo. Perfecto.
-Pero en este momento, por ejemplo, yo no estoy trabajando…
-Momento éste no es, éste intertanto ser. Fuera del tiempo es.
-Pero es que esos bloques, -insistí-, esos cristales tienen vida… y al sacarlos, al meterlos en el líquido…
-Todo con vida es. Y a la vez sin vida permanece.
-No entiendo.
-¿Comprender quieres?
-Sí.
-Decisión tuya es. Preguntar no debes, pero responder yo haré.
-Gracias.
Entonces Yoda levantó los brazos y todo en torno suyo pareció transformarse, y ya no habían diferencias sino colores, nubes de colores que atravesaban los bordes de las cosas como si no existiesen, incluso los míos.
-Energía igual siempre es. Siempre. Dioses y ministros, permanente todo ser. Pero el mundo no estable es, ni gente igual, ni número… ¿entender puedes?
-Un poco…
-Mucho número, menos energía ser, por cada uno… división sencilla… Baldor enseñar…
-¿Baldor?
-Baldor, -me dijo, y se tocó la pera dibujándose una barba y se rió un poco-. División sencilla ser, incógnita no hay. Reducción necesaria ser, ja…
-Pero es que no le encuentro la gracia –interrumpí-, es decir, si entiendo bien, me estás diciendo que debemos eliminar a algunos porque la energía es poca, porque es siempre igual y si hay mucho número entonces disminuye…
-Sí, ja. Tú sí parecer, pero no hueón tú ser…
-Eh… gracias… pero espera, algo entiendo, pero… ¿cómo decides a quien sacar? ¿Cómo asegurarse que eso que sacas no sostenga otra cosa…?
-Ministros sacar, ellos decidir…
No sé por qué, pero esta frase terminó molestándome un poco, como si me sintiese parte de algo de lo que nunca elegí participar.
-¿Los ministros somos asesinos, entonces? –le dije.
-Asesinos no ser, garzones de energía son, repartir ellos deben.
-No veo la diferencia –insistí-.
-Tú ver no quieres. Tú ministro incompetente ser. Ninguna vida a otra sostiene. Juego divertido éste es. Yenga divino ser…
Entonces el ser me mostró como eran removidos estos bloques, y mientras lo hacía parecía absorto… como si de verdad fuese aquello algo hermoso para ser presenciado.
-¿Y tú eres el que decide? ¿El que disfruta el juego? –le dije, un tanto molesto.
-Yo no ser. NI tú. El disfrute de Dios es. Y la risa…
-Y si un día se equivoca, -seguí-, si un día toman el eslabón equivocado… si un día sucede que una pieza era en verdad un soporte, algo que sostenía otra cosa…
-Nada sostener nada: retractarme yo debo: tú hueón ser, y remediarlo no puedes…
-No me importa ser hueón, me interesa entender la risa…
-De Dios la risa es, comprender tú no puedes…
El ser seguía indiferente, mirando aquellas cosas, pero de cierta forma, al contestarme, surgía en mí cierta simpatía por él.
-Entonces no hay eslabón, ¿no existe al menos un soporte? –le pregunté-.
-Secreto de Dios ser… -me dijo, y tras pensárselo un poco y mirar en torno suyo, agregó:-, mas un soporte haber…
-¿Hay un soporte entonces?
-Haber puede, pero aún no es…
Y el ser guardó silencio. Por un momento sentí que desaparecería sin más, así que volví al asunto:
-¿Y yo tendré que ser ministro…?
-Ministro debes ser.
-Y el que no quiere ser… -insistí-.
-Ministro no es, todo ministro quiere ser quien es.
-Entonces yo no soy –le dije aprovechando mi oportunidad-. Si no quiero serlo quiere decir que no lo soy…
-Mmm… hueón pillo tú ser… ja, pero entonces ser bloque tú debes…
-De acuerdo…
-Mmm, pero el bloque no sabe que bloque es… complicar todo tú haces… -me dijo como sacando cuentas-.
-No hay problema, lo olvidaré, diré que fue un sueño…
-Mmm, pensarlo debes: bloques innecesarios son, no permanecen, crecer para descrecer, hacen…
-No importa, eso quiero…
-¿Tú ministro Vian más no ser?
-No, sólo Vian –contesté-.
-Consciencia de ser, terrible es -me dijo serio, aunque cambió rápidamente su actitud-. Valiente o hueón tú eres… ja… valiente o hueón tú eres… buena frase ser…
-Sí buena frase… -admití- ¿y entonces?
-Entonces distinguirte no podré, bloques iguales son… despedirme yo debo…
Y el ser aquel estiró su mano.
-Adiós, eh… Yoda… -le dije.
-Ja, Yoda… ja,ja… ¿verde y orejón me ves?
-Pero simpático… -le dije, para que no se sintiera-.
-Simpático tú también ser, y valiente o hueón… ja, buena frase es… ja… valiente o hueón tu ser… ja,ja…
Aquí reímos un poco más y ambos nos quedamos un rato mirando el movimiento de los bloques.
Entonces sentí que el sueño llegaba a su final, y que ese ser desaparecía… y así, mientras desaparecía, cruzamos nuestras últimas palabras.
-Cuídanos Yoda, danos tiempo… -le dije, sin solemnidad alguna.
-El tiempo siempre es, problema ese no ser… -contestó.
-Adiós entonces.
-Entregar antes la placa tú debes…
Entonces me saqué un distintivo que sólo entonces me percaté que llevaba y que decía Ministro Vian. Luego el ser me tocó el rostro y sentí algo así como una bendición.
Por último, mientras el sueño se desvanecía, yo creía escuchar a Yoda insistir con su frase…
-Ja, hueón o valiente tú ser, ja… hueón o valiente…
Y entonces desperté.
me costó, pero algo me llevó a seguir leyendo. este texto está excelente, sobre todo la última conversación.
ResponderEliminarquedé sorprendido.