domingo, 10 de octubre de 2010

El efecto Glass.

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Prefiero echarle la culpa a Philip Glass. Además el otro camino es más difícil, y confuso y puede que ni siquiera sepa dónde está.

Prefiero pensar que fue la música, los ritmos aditivos y todo eso que de todas formas es factor determinante en lo que ocurre, en las sensaciones que llegan y contra las que uno no puede hacer mucho, salvo entenderlas, o intentarlo al menos... prefiero pensar que fue todo eso, decía, lo que me llevó a caer a la lona ayer así como en un enfrentamiento con Ivan Drago, donde por más que uno se envalontone y lance golpes, no consigue que éstos hagan mella y bueno, luego está lo otro de que no me gusta cubrirme en las peleas.

Eso me dice mi hijo al menos mientras jugamos a ser Rocky en el Play Station y me gana una y otra vez porque según él no me sé cubrir:

-Peleay bien papá -me dice-, pero no te cubres... y un golpe que te llegue aunque vayas ganando...

Y sí, aunque sea un golpe, aunque sea uno pequeñito, pero cuando te toca de lleno, te toca y bueno... a la lona, se ha dicho.

Lo peor del caso, sin embargo, no es la caída, -digamos que a eso éstamos más bien acostumbrados-, ni la fuerza con que se cae, o el golpe mismo... nada de eso es lo importante... sino eso que te toca y que no esperas que te toque, que te duela, y que te arroje a la lona cuando hasta habías empezado a cubrirte de los golpes más fuertes...

Pues bien, de lo que sucedió ayer, prefiero decir que me derribó Philip Glass. Contar que de a poco me cansó, me agotó, me hizo nudos... y de pronto me maravilló... Estaban tocando de una manera increíble la música de Truman Show y había luces que daban sobre el público... y hasta parecía un amanecer ahí visto desde el lugar más alto... cada persona como un sol pequeñito parecía, y uno emocionado como si nunca antes...

El problema es que pasa el tiempo y te das cuenta que sólo son soles potenciales, y te percatas que muy pocos amanecen, o hasta que la luz que viste en cada uno no es propia, sino proyectada, reflejada. Artificial.

Y sí, prefiero pensar que ese fue el golpe. Ese golpe de belleza artificial. Ese que llega cuando se apagan las luces y ves a todos apagarse junto con ellas, o regularse, mejor dicho.

Me gustaría decir que sí, que fue sólo eso. Pero la caída vino después, en verdad. Y quizá venía desde antes. Quizá me venía cayendo desde antes, quién sabe.

Y es que me destempla ver brillar a medias a los otros. Ver como le brillan los ojos a alguien cuando habla de su hijo o su sobrino y ver por otro lado como se busca la regulación, como se aleja el asombro, se protege de la pasión, y se prefiere vivir como con una pieza menos.

Golpear y cubrirse, amar y protegerse, maravillarse y cuidarse del anverso de toda maravilla... no me vengan con eso. Prefiero azotarme en la lona, agotarme una y otra vez que cuidarme... aquí está el rostro Ivan Drago, golpea fuerte porque me voy a parar... voy a caer fuerte, pero me levanto... porque de vez en cuando hay alguien que amanece y eso te da fuerzas y eso basta.

Golpea fuerte Glass, y que venga a golpear quien sea. Yo no me voy a regular. Y sepan que lo único que hacen con sus golpes es darme más fuerza para no cambiar, para no cubrirme, para seguir poniendo el rostro, y el pecho, o lo que sea...

Es cierto, a veces se me olvida, y me regulo un poco...pero ese no soy yo. Quédense ustedes con sus vidas equilibradas y hasta sus redes de seguridad debajo. Yo en mi vida quiero ser el hombre bala, nada lanzo desde mí si no que voy yo mismo... y mi única preocupación debe ser ocuparme por el yo que ha de ser lanzado, para no dejar nada de mí fuera del cañón, y no perder mi centro.

No cocino con recetas, ni corrijo mis textos, ni calculo a quien amar... nos soy la hermosa niña artista que se regula con el ingeniero, ni la aspirina, ni la sal de fruta, para evitar la resaca... no quiero nada que esconda las molestias, o el dolor, porque también el dolor es estar vivo... de la misma forma como la felicidad o el amor mismo...

Porque hay algo que se llama amor -con todo lo cursi que esto pueda sonar-, y puede no ser lo que están viviendo, o lo que han vivido... puede ser algo incluso que ni siquiera dimensionan. Algo que es una ausencia, un vacío, pero que genera fuerza... y esa fuerza atrae y da vértigo, y entonces -te dicen algunos- hay que regularse.

Pues bien, esa es la ausencia en torno a la cual tocó ayer Philip Glass, ese es el vacío que miraba cuando hablaba desganado y rápido como un cura ateo... esa es la fuerza que fluía cuando tocó maravilloso y la que se reordenaba cuando apilaba sus ritmos... ese es el golpe maestro, en definitiva, aquel que sobreviene no cuando creyó en nosotros, si no cuando dejó de hacerlo.


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