miércoles, 20 de octubre de 2010

Vian, filósofo inexpresionista, o sobre el carácter de lo imposible.


“Si lo posible es, como hemos dicho, lo que pasa al acto,
evidentemente no es exacto decir:
tal cosa es posible, pero no se verificará.
De otra manera el carácter de lo imposible se nos escapa”.

Aristóteles.
.
Que no se nos escape el carácter de lo imposible. No nos conviene. Ya nos advirtió Aristóteles en el libro noveno de la Metafísica, y al parecer hemos hecho caso omiso de sus advertencias.

Y es que, en primer término, no hemos sabido distinguir bien la diferencia que existe entre lo falso y lo imposible, por lo que, desde ahí, todo intento por comprender la diferencia fundamental entre lo falso y la verdadero, resulta ser también un ejercicio equivocado.

Ahora bien, como hablar sobre lo verdadero supone visualizar lo verdadero y como dicha visualización debe ser significada digamos lingüísticamente para ser expresada, hablar de lo verdadero será siempre una acción incompleta, por cuanto lo verdadero como totalidad, al no poder ser visualizado –el infinito verdadero pensemos, por ejemplo- tampoco puede ser expresado sintagmáticamente, pues estaríamos utilizando signos que no formarían parte de un sistema sino que sólo nos servirían para desmontar –nombrándolo- un aspecto o apenas un nivel de estructuras del total de lo verdadero que seguiría siendo desconocido.

¿Por qué? Preguntará el descreído.

Sencillo, porque no podemos conocer el funcionamiento de aquello que desconocemos en su totalidad, y más aún cuando esa totalidad responde a un funcionamiento natural que no logra coincidir con aquello que proyectamos a partir de conductas locales que se nos presentan borrosas en ambos extremos.

Es decir, conocemos –podemos conocer- apenas un segmento dado en uno de los niveles de lo verdadero, pues todo lo demás, -todo lo que demás que no existe en un solo plano, por supuesto-, nos es inaccesible –imposible-, incluidos incluso los extremos de nuestro propio segmento: no podemos descomponerlo hasta su mínimo, ni mucho menos somos capaces de abarcarlo en un nivel macro.

Y sí, quizá alguien quiera creer que no –principalmente el descreído que es en el fondo el que lucha y porfía por no cuestionar lo que entiende por verdadero-, y hasta me vengan con eso del tiempo de Planck, e insistan en decirme que con eso se ha llegado al mínimo indivisible de tiempo y que quizá sí, quizá podamos llegar a uno de esos extremos y nuestro segmento pase a tener entonces un origen y…

¿Pero saben?

Hasta en eso hay errores. Pues no puede encontrarse un extremo si no se encuentra a la vez el otro. Y no es que se trate de un círculo o que ambos extremos están unidos y no se distinguen entre sí de la misma forma como si buscásemos el inicio de un anillo… No. No se trata de eso –aunque es tentador pensar esa salida fácil-. No se trata de eso porque lo verdadero o lo inicial dista mucho de ser aquello, pues vivimos “en proyección de”. Y no hay nada más allá de ese “de”.
Ni hay nada antes, además.

Por otra parte, -aunque este es un blog sencillo y no debiese dar aquí argumentos serios de nada- de existir el tiempo Planck, y haber llegado con él a la distinción mínima e indivisible del tiempo –al menos en su aspecto medible-, sería posible distinguir, a esta misma escala, la distorsión provocada por la estructura discontinua del universo, en las imágenes de campo profundo que se han tomado del universo a partir de diferentes sondas y telescopios espaciales, cosa que no ha ocurrido, por cierto, pues la distorsión y el “desenfoque” esperado, ha terminado por no dejar huella en las imágenes captadas y hacen suponer que muy pronto se proponga una nueva unidad de medida temporal.

Pero bueno, en verdad eso da lo mismo. Pueden seguir dividiendo el tiempo o ampliándolo y pueden hacer lo mismo con las longitudes y el espacio… poco importa porque el impulso para el movimiento del tiempo es algo que no es medible en estos niveles en que pretenden operar las ciencias a partir del estudio y la demostración de lo verdadero. No hay medidas para la voluntad, ni para el soplo, ni para el deseo de ser… no hay nada creado para cuantificar la magnitud de existencia de ese impulso.

¿Y por qué hablar de todo aquello cuando lo que interesa acá es referirnos a la necesidad de lo imposible, o del carácter de lo imposible?

Mmm, déjenme pensarlo… ¡ah! ya recuerdo… lo anterior se dijo para señalar que cualquier intento de hablar de lo verdadero no tiene sentido, e ir descartando así posibilidades hasta llegar a lo imposible como –paradójicamente- lo único válido sobre lo que se puede hablar –justamente porque no puede ser dicho en la realidad, sino sólo en el lenguaje-.

Respecto a lo falso, sin embargo, quizá valga la pena señalar que es otro error sintagmático, pues su significado estaría dado en oposición a lo verdadero (falso resulta ser lo que no es verdadero ni tiene existencia) y no llegaría a ser, por tanto, un signo convencional, pues no tendría a qué designar concretamente.

Pero intentemos esta vez aterrizar un poco todo esto. Pensemos mejor en algún ejemplo un poco más sencillo, y desde el cual nos sea posible distinguir la diferencia básica que existe entre la falsedad de un hecho –demostrable en nuestro nivel de realidad- y la noción de imposibilidad que nos en común y reconocible en nuestro lenguaje.

Cedámosle entonces, para esto, la palabra al propio Aristóteles:

“Decir por ejemplo: la relación de la diagonal con el lado del cuadrado puede ser medida, pero no lo será, es no tener en cuenta lo que es la imposibilidad. Se dirá que nada obsta a que respecto a una cosa que no existe o no existirá haya posibilidad de existir o de haber existido. Pero admitir esta proposición, y suponer que lo que no existe, pero que es posible, existe realmente o ha existido, es admitir que no hay nada imposible. Pero hay cosas imposibles: es imposible medir la relación de la diagonal con el lado del cuadrado. No hay identidad entre lo falso y lo imposible. Es falso que estés tú de pie ahora, pero no es imposible”.

¿Se entiende entonces a lo que quiero llegar?

¿No?

Pues esencialmente es a re-entender las formas de existencia más allá de aquellas tenidas como verdaderas o posibles, -ya sean estas existencias en acto o potenciales, si seguimos pensando en Aristóteles- y plantear en cambio la imposibilidad como la única forma de existencia posible.

¿Suena absurdo?

Yo creo que no. Pues la imposibilidad a la que me refiero es a la imposibilidad de no existir, y es por tanto, la única forma de acceder a lo verdadero que nos es posible.

Este acceso, sin embargo, no involucra con sigo el sentido de comprensión del nivel en el que nuestra existencia se da y es (auto)percibida –pues esto supondría caer nuevamente en la falacia de la significación de lo verdadero-, sino que se trata simplemente de un umbral: de la imposibilidad como la irrenunciabilidad… como el borde mismo en que no podemos dejar de ser nosotros y debemos ocuparnos de nuestra existencia, sin tener opción alguna.

Por eso, en definitiva, es que es importante la no disolución del carácter de lo imposible. Porque es el impulso no medible que tiene nuestra existencia… porque es voluntad y soplo que ha sido arrojado hacia nosotros, desde nosotros.

Y porque, en última instancia, lo imposible es lo único verdadero. Y en su interior está incluso el inicio de Dios -la necesidad de Dios- y el inicio del deseo que nos lleva hacia la muerte –justamente por no admitir nuestro imposible, y buscar infructuosamente y a tropiezos, la verificación de nuestra propia existencia-.

5 comentarios:

  1. Llegué de pura chiripa aquí, no buscaba nada, pero llegué a un lugar que me ha gustado, e imagino que es tu lugar, no sé si intimo, pero tu lugar al fin y al cabo, lo que de cierta forma me hace sentir como una invasora ... Por ende, debes saber que no vengo a invadir, sólo he venido a causa de los vientos de la vida ..


    No supe cómo comentar con mi nombre, así que tuve que quedar como Anónima, aunque, acepto que de cierta forma me agrada la idea.


    Irie .-

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  2. sí, a veces asusta que no sea tan íntimo, pero es el riesgo.
    Gracias.

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  3. Pienso que deben haber sustos multi agradables, de rico aroma, color, textura y sabor.. pero en caso de no ser así, ya estaríamos hablando de otro tipo de susto y de un riesgo nada positivo, pero bien, imagino que a estás horas eso da lo mismo.

    Irie .-

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  4. Olvidé una cosa ..



    Por nada .-

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  5. Malpensé el texto y lo miré en menos... pero vuelvo a leerlo y descubro que está armado de una forma impresionante= me desimpresioné y me impresioné. Y la sensación es buena.

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