domingo, 3 de octubre de 2010

Grigori Perelman: Estación terminal.

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El matemático ruso Grigori Perelman, el más importante y capaz de los matemáticos vivos según la opinión de la mayoría de sus colegas y hombres de ciencia, suele llamar la atención, en gran medida, a partir de su extraña conducta.

Con esto me refiero no sólo a vivir relativamente aislado, y haber renunciado a su trabajo y haberse negado a realizar un sinnúmero de conferencias o clases magistrales en distintos lugares del mundo, sino al hecho incomprensible, para la mayoría, de haber rechazado una gran cantidad de premios matemáticos -incluida la medalla Fields- y hasta premios estrictamente monetarios, como es el caso de un millón de dólares que no quiso recibir (Premio del Instituto Matemático Clay), a pesar de vivir en condiciones económicas que en nuestro país lo llevarían a ser clasificado como integrante de la clase media, e incluso de la clase media-baja, si somos rigurosos.

Este último hecho, principalmente asociado a la resolución de la conjetura de Poincaré, -considerada como uno de los siete problemas matemáticos más importantes del milenio-, ha hecho que su nombre, y hasta sus fotos -donde aparece siempre como un hombre de aspecto descuidado-, sean el centro de numerosos artículos de periodistas que, a falta de una entrevista y un acercamiento real al matemático, suelen repetir las mismas informaciones, y condimentar un poco la descripción de este hombre, adjetivándolo como desaseado, insano, o hasta identificándolo derechamente con un opositor al sistema capitalista, entre muchas otras cosas.

Y es que supongo que lo único que impacta a la gente, es este rechazo al millón de dólares y el escoger seguir con el tipo de vida... recalcando que no todo se compra, o que el dinero no es lo más importante o cosas así de mínimas, que terminan por transformar el caso del matemático en algo similar a una anécdota que contar cuando alguien habla de dinero, o hasta la excusa de un jefe para negar el aumento de sueldo requerido por un trabajador, citando al ruso como ejemplo del trabajo desinteresado (el argumento Perelman, podría llamarse esta excusa).

Como sea, la figura de este matemático, y las acciones que ha realizado, creo que van mucho más allá de un simple rechazo a los otros, o al dinero, y tienen que ver con algo mucho más humano y menos racional, que aquello a lo que suele atribuirse.

Pensemos por ejemplo en la infancia del matemático, al que todos, quizá por el hecho de que el nombre nos suene a algún loco inofensivo, prefieren llamar Grisha... como si les hubiera caído simpático y pasase a ser uno de esos amigos que unimos un día a alguna red social virtual y que nunca aparece conectado.

El caso es que Grisha -sí, yo también lo voy a llamar así, pero quiero creer que por otras razones-, vivió siempre separado de lo que podríamos llamar "problemas reales", tanto así que ni idea tuvo de que alguna vez hubo antisemitismo -él, un judío no del todo alejado de la rigurosidad de sus costumbres-, o que existían injusticias sociales, o, por ejemplo, que existían lugares donde la gente aún se moría -y se siguen muriendo hoy aunque nadie lo diga- de hambre.

"Recuerdo que a los 22 años, tras ver una noticia donde se mostraba un reportaje a un país pobre, creo que de África, Grisha se sorprendió de tal forma que no alcanzaba a comprender cómo era posible que esas personas vivieran de esa forma y se encerró en su cuarto por varios días... con el tiempo, además, pude ver como no tenía idea de distintas guerras y conflictos, y hasta era incapaz de entender que una persona se viese en la necesidad de mentir para excusarse de asistir a una cita o algo así de sencillo..."

Estas palabras, tomadas de una entrevista a uno de los maestros que estuvieron a cargo del talento matemático, desde los 10 años -a esa edad Perelman fue parcialmente separado de su familia pasando a formar parte del círculo matemático de Leningrado, especializado en la formación y desarrollo de estos "casos"-, no hace sino reafirmar la idea que, según señala su madre, fue la premisa sobre la cual se desarrolló la vida de Perelman, durante toda su juventud.

"Había que crear un refugio... había que mostrarle que el mundo no era algo de lo que preocuparse y hacer que se enfocase exclusivamente en el desarrollo de su talento..."

Dice su madre en una entrevista realizada en los años noventa, con un Perelman un poco más sociable que en estos días, y recién descubriendo el mundo que lo rodeaba, y hasta el mundo de los otros.

Porque, a todo esto, Perelman tampoco tuvo novias, o relaciones sentimentales que pudiesen atribuirsele... de hecho, el mismo se declaró en algún momento como alguien incapaz de comprender realmente a los otros, y, por lo tanto, señalaba que, "cualquier relación cercana con un otro hubiese sido una acción irresponsable, y falsa".

Y es que dentro de ese refugio, desde el cual el mundo parecía algo justo y que se desarrollaba sin ningún tipo de problemas, Grisha asumió sin muchas preguntas el papel que le asignaron, y se enfocó exclusivamente, como al parecer todos querían, en aquellos problemas matemáticos, que, luego vería, nada -en el mundo- venían a resolver.

Poco importaban los 42 problemas resueltos en su adolescencia en las olimpiadas matemáticas realizadas en Budapest -de un total de 42 posibles- o de las distintas soluciones a conjeturas que fue resolviendo poco a poco y que, al menos en un principio, lo hacían sonreír durante algunas conferencias y sentir que estaba aportando algo al mundo, como él mismo señalaba en ese entonces.

Y es que el problema central de todo esto es que el refugio construido para Perelman fue un refugio imperfecto, por lo que poco a poco fueron filtrándose a través de esas imperfecciones una serie de datos y realidades que comenzaron literalmente a asquear a Grisha, y a hacer que todo lo que había vivido hasta ese entonces, se le revelara como una mentira.

"Recuerdo que cuando se acusó al gobierno ruso de tratar a estos genios con distintas dosis de medicamentos que inhibían el desarrollo de hormonas que "distrajesen" a estos seleccionados -inhibir la testosterona es sólo la punta del iceberg de lo que a esos chicos se les sometía-, Grisha sonrió y pensó que todo se trataba de una broma... "tendrían que haber sido gente mala" dijo, y nunca lo tomó ni siquiera como una posibilidad..."

Con el tiempo sin embargo, observaciones como las anteriores, fueron abriéndose espacio en la comprensión de Grisha, y el ser testigo de deslealtades en los propios matemáticos -el mundo perfecto dentro del cual él se había protegido- terminó por mostrarle algo que, estoy seguro, Grisha se ha negado -hasta el día de hoy-, a terminar de aceptar.

Por eso Grisha prefirió aislarse y anunciar su retiro de las matemáticas, por eso deambula por la ciudad con ropa rotosa y vive con su madre en unas pequeñas habitaciones con baño compartido junto a la estación terminal de una línea de metro que ya ni siquiera usa...

Grisha no tiene un rechazo al dinero, y a los otros, Grisha tiene miedo de que el mundo termine de venírsele encima... y no alcanza a dimensionar las consecuencias de este problema.

Porque a pesar de haber solucionado esos 42 problemas al hilo, o haber clarificado lo que se conoce como la conjetura del alma y a pesar de haber dado solución a la conjetura de Poincaré... Grisha nunca pudo solucionar el problema más grande de todos: el problema de la vida... o como pueda llamársele a esto que nos rodea y que ha de parecerle tan absurdo, y tan sucio, y desleal... esto que constituye un peso imposible de cargar para este matemático que no desarrolló esa clase de músculos y mantiene el alma débil como la de un niño, hasta el día de hoy.

Por eso es quizá que Perelman vive hoy junto a esa estación terminal, donde ya no son posibles más acciones y sólo queda bajarse del carro... por eso es que siempre se le ve esperando el metro en la dirección equivocada y hasta deben bajarle del carro... dirigiéndose hacia esa dirección que lo lleva hacia lo desconocido, hacia el refugio de esos carros que vienen de vuelta de un sentido y han de detenerse en la oscuridad.

Y es que ese es, en definitiva, el silencio de Grisha. Su propia estación terminal. Su refugio oscuro.

Y es por lo mismo que el mundo y los otros y hasta el dinero, son un peso que Grisha no puede cargar, y que debe entonces dejar de lado. Porque en definitiva no hay más razón que la desilusión, y la verdad del mundo, para justificar -y hasta intentar comprender- sus actos.

Ojalá entonces que Grisha, -este Edipo moderno que tras resolver el enigma se arranca los ojos para no ver el mundo- sea capaz de encontrar esa solución que le falta, y correr como un niño para contarnos a todos ese gran secreto... que el mundo quizá no es justo, ni perfecto, ni tiene la belleza que él creyó en algún momento... pero que podría alcanzarla... sí, digamos que podría.

5 comentarios:

  1. impresionante los comportamientos de esta poderosa mente!!

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  2. Perelman mente brillante, con estos comentarios como siempre buscan presionar hasta conseguir lo que quieren, pobres nosotros somos menores que el, porque aceptamos vivir en este mundo y ser guiados por idiotas mortales que buscan fama, dinero y poder, pero Perelman es símbolo de grandeza, inteligencia, humildad y ve el dinero como lo que en verdad es, papel.

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  3. Que tontería esto lo público un capitalista hahah, que se enfada de que no acepte el millo hahahah que bien las mentes brillantes no se dejan premiar con cosas que no tienen sentido como el dinero, hay mejores cosas que eso como el gran afecto que tiene a su madre que los medios no logran ver porque se les enfrió el amor y ven solo el dinero, recuerden que pobre es el que necesita mucho y me atrevo a decir que grisha es rico intelectualmente y económicamente, pobres son los que necesitan mucho y consumen como seres sin sentido. :)

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