jueves, 11 de abril de 2024

Visitante.


Fue por ese entonces que comencé a visitar distintas bibliotecas en Santiago. Tanto los días de semana, luego de la escuela, como el día sábado, desde muy temprano. Hacía una especie de ruta, dejando de lado solo aquellas que se encontraban demasiado lejos como para que, al visitarlas, me quedase un tiempo prudente para leer al interior de ellas. Organizaba mis visitas en un pequeño cuaderno, marcando aquellas que ya visitaba y anotando breves observaciones referidas mayormente al libro leído (o que estaba leyendo) en cada una de ellas. No es que hubiese muchas, por lo que, cada tres semanas, aproximadamente, volvía a comenzar.

Era como un tour, pienso ahora, en el que me dedicaba a leer un libro distinto en cada una (esta era otra de las reglas que seguía, sin saber por qué) durante el tiempo que duraba la visita, sin nunca solicitarlos para préstamo ni llevarlos a mi hogar.

No sé si lo analicé en ese entonces, pero supongo que, si me los llevaba, me quitarían tiempo del día siguiente, y además incitaría a otros a inmiscuirse y preguntar por mis lecturas, cosa que prefería guardar en secreto, solo para mí.

De esta misma forma, al visitar cada biblioteca esporádicamente, quienes atendían apenas reparaban en mi presencia, y no me veía obligado a contar nada extra ni responder preguntas incómodas, cosa que me habría pasado, por ejemplo, de haber ido siempre al mismo lugar.

¿Por qué dejé de hacerlo o qué cosas ocurrieron como para modificar esta conducta que duró cerca de dos años?

Pues lo cierto es que podría contarlo, pero preferiría no hacerlo.

Estoy en mi derecho, ¿no creen?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales