viernes, 12 de abril de 2024

Disfraces.


En el piso de arriba hicieron una fiesta de disfraces. Como conocía a una de las chicas que vivía ahí, terminé siendo invitado. De igual forma no fui, pero así me enteré del asunto. La fiesta, por cierto, tenía una particularidad en el asunto del disfraz. Y es que los asistentes debían ir disfrazados de otro de los asistentes. No se admitían otro tipo de disfraces. En este sentido, yo, que apenas conocía a la chica que me invitó y a un par más, no hubiese tenido mucho donde elegir. Los otros, en cambio, formaban parte de un gran grupo que se conocía hace años, por lo que el requisito les era más fácil de cumplir.

-¿Por qué no viniste? -me preguntó la chica, días después, en el ascensor-. Como yo conté que venías hubo alguien que se disfrazó de ti y estaba igualito… Ya sabes, no solo en el vestuario, sino que imitamos formas de actuar y todo eso… Si quieres te mando fotos.

Yo acepté, extrañado. Nos agregamos en WhatsApp y yo me bajé en mi piso.

Minutos después me había compartido cerca de treinta fotos, en las que se veía, por supuesto, a un montón de personas en su fiesta, que parecía haber estado bastante relajada.

Sin embargo, por más que busqué no logré dar con nadie que estuviese disfrazado de mí. Recorrí en detalle cada imagen y no tuve siquiera un sospechoso.

Gracias. Le escribí poco después. Pero igual no me reconozco.

Nadie lo hace, me contestó ella, minutos después, junto a una carita feliz.

No quise insistir con el asunto.

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