martes, 2 de abril de 2024

Comer donde Spinoza.


Fuimos a comer donde Spinoza.

Nos atendió muy bien.

Llevamos unas cuantas cervezas heladas en un cooler porque él no tiene refrigerador.

Ni frío ni calor artificial, suele decir, aunque no siempre entendemos sus referencias.

Cuando llegamos estaba concentrado picando verduras en una tabla de madera.

Usaba un cuchillo muy grande y antiguo, con mango de nácar.

La tabla, en cambio, era bastante nueva, y tenía la forma del halcón milenario de Star Wars.

Las verduras nos parecieron pimentones, aunque no podíamos estar seguros.

Solo vimos pequeños fragmentos de colores que Spinoza seguía trozando mientras nos hablaba de su semana y nos preguntaba por la nuestra.

Todo normal, casi bien, podría resumirse lo que dijimos todos.

Mientras él seguía picando verduras sacamos unas cervezas y nos sentamos cerca suyo.

Pusimos un disco que no tenía señas y que resultó ser de Daft Punk.

En un momento pensé que estaba dañado, pero luego comprendí que era así.

Me refiero al disco, por supuesto, no a Spinoza.

Y es que él sí estaba dañado, claro está, aunque no mucho más que todos.

Eso saltaba a simple vista mientras los observaba seguir aplicando cortes en esos fragmentos de verduras que ya casi parecían polvo.

Pasó así la primera hora (él cortando verduras mientras hablaba con nosotros), hasta que de pronto decidimos encargar unas pizzas.

-Disculpen lo de la comida -nos dijo, un tanto triste-, siempre me pasa lo mismo…

Contestamos que no se preocupara y -una vez que llegaron-, le advertimos que no intentara hacer más cortes a las pizzas.

Le dijimos que con los que venía ya eran suficientes.

-Es cierto -admitió-. Todos venimos con los cortes suficientes.

Asentimos.

Comimos y bebimos mientras jugamos a un juego de mesa que él mismo había creado.

Era un juego cooperativo, pero extrañamente solo uno podía ganar, al final.

Parecía una contradicción, pero era cierto, convenimos.

Así se nos pasó la noche.

Cuando dieron las tres nos despedimos de Spinoza, llamamos un uber y luego nos marchamos.

Tal vez, pienso ahora, debimos pedir dos.

Quién sabe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales