jueves, 9 de noviembre de 2017

¡Cómo puede estar muerto!


I.

Escucho a Janacek,
pero dicen que está muerto.

¡Cómo puede estar muerto…!

Si es así casi todo el mundo vivo
está más muerto que Janacek.

Y qué decir del amor
de casi todo el mundo vivo.

¡Cómo puede estar muerto…!


II.

Por comentarios como el anterior
estuve encerrado un par de meses
hace algunos años.

Y para saber si iba mejor
un doctor me hacía escribir
una que otra idea
en unos cuadernos blancos.

Todos decían que era por mi bien
salvo las manchas
de las paredes de mi cuarto,
que me advertían del peligro
y fueron mis aliadas.

Así, resultó que fueron música,
cuando me prohibieron escucharla.

Lecturas,
cuando retiraron mis libros.

Y hasta agua
cuando toda la que me entregaban
estaba llena de fármacos diluidos
y mi sed seguía intacta.


III.

Cada mancha en ese entonces,
recuerdo que reveló su nombre.

Una de ellas, comprensiva,
accedió a llamarse Janacek.

Fue ella misma la que me recomendó
sacar las exclamaciones,
de mis escritos,
y reducir al mínimo
aquellas expresiones que mostraran
la verdad que hería al mundo.


IV.

A veces extraño
las manchas de esos muros.

No el silencio,
ni la sed,
ni las paredes altas
que tenía aquel lugar.

Extraño más bien la verdad desnuda
de esas manchas.

¡Cómo pueden decir que estaban muertas!

Si es así la humanidad entera
está más muerta que esas manchas.

Ya ni siquiera titubeo al decirlo:
la humanidad entera.

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