domingo, 13 de noviembre de 2016

Tres tristes tristes.


“Bienvenidos a ninguna parte.
Yo soy nadie y vosotros también”.
D. C.

Son tres.

Tres tristes.

Tres hombres tristes que además están tristes.

Lo extraño es que no es trágico.

Ni para mí ni para ellos, espero.

Me refiero a que de cierta forma se ven bien, así.

Humanos, digamos.

Tres tristes tristes.

Como dibujados por Daniel Clowes.

Para nada incómodos.

Están donde deben estar, digamos.

Como si siguiesen una dieta estricta, pero que les resulta amena.

Una dieta emocional, digamos.

Solo cosas pequeñas.

Frases.

Canciones.

Experiencias.

Solo cosas pequeñas, decía.

No es tan grave vivir de esa forma.

Con expectativas pequeñas, también.

Que el ventilador funcione.

Que la camisa no se te pegue en el cuerpo.

Una linda chica para soñar.

Una tristeza que no haga doler, en el pecho.

Una tristeza que no te impida respirar.

Tres tristes tristes.

Si tuviesen un dios, los estaría acompañando tocando suavemente una trompeta.

Sus vidas caben en un texto de cien palabras.

Aunque cada palabra, tal vez, pueda ser un pequeño pozo.

Tres tristes tristes, decía.

Podría quedarme mirando, y cantarles esta canción.

Su dios tocaría la trompeta y una bella chica les sonreiría al pasar.

Entonces el piano, tal vez, diría algo con sus notas.

Solo dos balas para tres hombres tristes, diría.

Y seguramente aquello podría ser el coro.

Solo dos balas para tres hombres tristes.

Y aquí terminaría la canción.

2 comentarios:

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