viernes, 11 de noviembre de 2016

M. quiere hacer una tabla periódica.


M. quiere hacer una tabla periódica.

No una cualquiera, en todo caso.

M. quiere hacer una tabla periódica que constituya además la gran obra de su vida.

No se trata en todo caso de descubrir nuevos elementos.

Tampoco de alterar el orden o realizar nuevas agrupaciones.

Lo que M. pretende, más bien, es construir físicamente una tabla periódica.

Buscar los elementos, me refiero.

Que todo esté ahí, digamos.

Después de todo, el mundo entero no tiene más que esos materiales.

Nada hay en nosotros que no esté ahí.

Nada concreto, al menos.

Por eso es que M. quiere hacer la tabla.

Es como el resumen de mundo, se dice.

Y claro, se pone a eso.

Recipientes para los gases.

Grandes ahorros para algunos metales.

Complejas cápsulas para los radioactivos.

Aunque claro, todo esto son ejemplos generales.

Yo hablo con él y me da detalles.

No le faltan tantos, me explica.

M. además me cuenta que al terminar, lo primero que quiere hacer es sentarse a observar aquello que habrá reunido.

Luego no lo sabe.

Tal vez con la tabla terminada hasta te den el elemento clave.

La sustancia esta que desconocemos y que viene tal vez a darle sentido a todo esto.

Así tal cual lo dice M.

Luego me enseña lo que lleva de trabajo y yo me comprometo a no contar detalles y a explicar el queso.

Comienzo a escribir.

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