domingo, 13 de septiembre de 2015

La vida eterna.


Afuera tocan el timbre.

Tres veces.

A la cuarta me asomo por una ventana para ver de qué se trata.

Observo una pareja, muy formal, con revistas en las manos.

Son esos que te ofrecen vida eterna.

Hace tiempo no pasaban.

Me escondo un rato más, pero observo que no se retiran.

Al menos han dejado de insistir con el timbre, me digo.

Lo malo es que su actitud me inquieta.

Es como si supiesen que estoy acá.

Dejo pasar un minuto.

Luego otro.

No se van.

Ni siquiera hablan entre ellos.

Solo esperan.

Es entonces cuando voy a la puerta.

Me quedo detrás un último minuto hasta que la abro, finalmente.

Ellos saludan

Yo también saludo.

Luego nos quedamos en silencio.

Ellos me extienden un folleto.

Aparece un dibujo de hombres viviendo en paz, junto a animales.

-¿Sabe qué es? –me preguntan.

-Un nuevo tipo de zoológico –contesto.

Ellos se toman un tiempo y me observan.

Deben estar pensando si gastar o no conmigo, sus palabras.

Al final deciden gastarlas.

Yo los dejo hablar.

Me leen algunas citas.

Me cuentan unas historias.

Luego me ofrecen la vida eterna.

Por un momento me da pena contestar alguna pesadez.

Por lo mismo, me lo pienso un poco.

La vida eterna, me digo.

Entonces ellos vuelven a mostrarme el folleto y la imagen de los hombres y los animales.

-¿Ahora ya sabe qué esto? –vuelven a preguntar.

-Una exposición de mascotas raras… -contesto.

Ellos niegan con un movimiento.

-El afiche de una película zoofílica… -pruebo.

Ellos parecen molestos.

Doy otras opciones, pero ellos se van, en medio de ellas.

Entonces entro nuevamente a casa y cierro la puerta.

-¿Quiénes eran? –me pregunta el cocodrilo.

-¿No los invitaste a pasar? –pregunta el tigre.

-Nunca nos presentas a nadie –reclama el elefante.

Yo pienso qué decirles, pues me gusta hablarles con verdad.

-Ellos no creen en esto –les digo-. No comprenden la vida eterna.

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