jueves, 11 de junio de 2015

Un billete de $20000


Hoy he dado un paseo mirando un billete de $20.000

Un paseo por mis emociones, ciertamente.

Solo mirándolo, me refiero…

¡No gasté ni un centavo…!

Así, todo comenzó con el billete en mis manos.

Déjenme que les cuente:

Estaba observando unos detalles en el billete.

Cuando de pronto comencé a elegir otras pequeñas marcas.

De esta forma, fui pasando por los detalles más pequeños:

Identificación de variables en el tono del color.

Apreciaciones pequeñas en las facciones de Andrés Bello.

Cosas de ese estilo.

Fue entonces que toda esa sensación racional… analítica, comenzó a cambiarse en otra cosa.

Así, por ejemplo, ciertos recuerdos afloraron a partir de los números.

Minutos después, en cambio, una sensación de absurdo se apoderó de mí al mirar el dinero.

Es decir, el papel impreso ese me daba risa.

Que tuviera un precio.

Que tuviera un rostro.

Que tuviese un número.

Todo en el billete me parecía absurdo… y me daba risa.

Entonces, consciente de que había pasado ya por varios cambios, decidí tentar la suerte un poco más.

Me refiero a que elegí permanecer mirando aquel billete.

Y es que intuía, que de cierta forma había llegado –o me acercaba-, a una verdad.

Debe haber pasado así una hora.

Luego, tal vez, pasó otra.

Y claro, todo se volvió aún más extraño pues de pronto me sentí llorar.

Es decir, miraba el billete y lloraba.

Había llegado a tener pena de ese papel que creía valer algo.

Y bueno… también pena por todo lo que podía pagar, ese papel.

Así, finalmente decidí hacer una figura con aquel papel.

Mientras la hacía, por cierto, creía entender que se estaba revelando una forma, que existía en el papel.

Eso me alegró, mientras la hacía.

Quedó entonces una figura bastante extraña.

La miré por última vez y me dije que esa forma,
sin duda,
debía tener –o contener, tal vez-,
la verdad del mundo.

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