viernes, 12 de junio de 2015

En la palma de su mano.


Ella escribe algo en la palma de su mano.

Yo no sé, sin embargo, qué escribe.

Antes habría pensado que, de saberlo, hubiese comprendido algo.

Hoy, en cambio, sé que las palabras poco dicen.

Además las palabras se borran.

Además, poco importa que se borren.

Y es que solo escribimos lo que pensamos podemos olvidar.

Lo anecdótico, podríamos decir.

Lo pasajero.

Sobre todo en la palma de una mano.

Un número.

Un nombre.

Un par de signos.

Poco más recibe la piel.

No tiene bolsillos la piel.

Su superficie, de hecho se renueva a cada instante.

Tal vez una cicatriz.

Tal vez algo dejó huella.

No un nombre.

Es seguro, que no un nombre.

Ella, sin embargo, anota algo en la palma de su mano.

Luego mira el reloj.

Luego piensa en algo que no sé.

En setenta años de seguro estará muerta, me digo.

En tres días, en tanto, no quedará huella alguna en la palma de su mano.

Este mismo texto, de hecho, nace también para ser olvidado.

Así, mientras ella escribe en la palma de su mano, yo voy apilando estas palabras.

Todo sobre la piel de alguien cuyo nombre no sabemos, ni sabremos nunca.

Sabemos eso, y no es tan malo.

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