martes, 14 de diciembre de 2010

¡Pobrecito Parménides!

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"Lo más abundante es el pensamiento"
Parménides.

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I.
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Erran los que leen a Parménides
como si buscasen justificarse a sí mismos.
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A ellos les digo:
Nada hay que justificar.
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Somos lo que somos,
y es lo que hay:
no hay más vueltas que darle.
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Pero el problema es que insisten.
Lo leen una y otra vez
y lo traducen
y vuelven a intentarlo...
y el caso es que Parménides
se vuelve entonces como un chicle,
que ha perdido su sabor.
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Entonces,
cuando cansados de masticarlo
lo pegan un instante debajo de sus mesas,
aquellos que leen a Parménides
-de la forma que decíamos antes-
buscan en la gramática
una serie de secuencias lógicas,
que justifiquen el lenguaje,
mientras resguardan
la vía que hemos elegido como correcta,
al interior de sus palabras.
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Pero se equivocan.
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Erran rotundo.
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Y claro:
Mean fuera del tiesto.
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II.
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Alegan entonces que faltan fragmentos,
o que se desconoce el contexto específico
de algunas de sus frases.
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Buscan referencias en Platón,
en Aristóteles,
y hasta en los apuntes de Plutarco...
pero la verdad es que nada hay
que pueda servirles de ayuda.
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Y es que ni siquiera en su tiempo
el poema de Parménides fue entendido;
sólo memorizaron su contenido oscuro
e inventaron conjeturas
y hasta discusiones en torno a algo
que no se alcanzó a dilucidar.
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Aunque Parménides,
por supuesto,
es otra cosa.
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Pero es que...
¡Tantas cosas son otras cosas...!
Que es injusto
y no se vale.
.
III.
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El problema es que todas las cosas,
-y esto también lo decía Parménides-,
han sido denominadas luz y noche,
y definidas casi por una ausencia opuesta.
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Y hasta el poema mismo de don Parme
se (mal)entiende como un viaje de la luz hacia la noche,
o de la noche hacia la luz...
con lo que simplemente hacemos como el perro
que busca morderse la cola.
.
Y claro,
se busca en el poema la justificación,
-como decía-,
a lo que elegimos ser
o a lo que por descarte somos...
.
Y es que asusta encontrar un texto,
aparentemente deductivo,
que desestima la calidad del material
con que está construido,
y que desestima, al mismo tiempo,
hasta la única forma de ser,
a la que entendemos, tenemos acceso.
.
¡Pobrecito Parménides!
Se quedó como un chicle pegado
bajo la mesa de los señores que pretenden
poner todo en cuestión,
salvo su propia vida...
.
¡Pobrecito Parménides!
.
¡Pobrecitos...!

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