.
Discutía con un tipo
sobre la validez de las metáforas.
.
No es un asunto que me interese,
por supuesto,
pero eran las tres de la mañana
y ¡qué mierda!
no nos quedaba de qué más hablar,
.
Además, él estaba interesado,
y yo debía esperar a que el tipo se alegrara
para contarle que andaba sin dinero
e informarle que iba a tener que pagar a solas
los siete litros de cerveza
que habíamos tomado aquella noche
en el local.
.
Entonces,
luego de excusarme reiteradamente
diciéndole que ese era un tema de maracos
y exponiéndole otros argumentos
tan válidos como aquel,
me vi en la obligación de contestar a sus preguntas
de la forma más cortés que pude.
.
Mira hueón conchetumadre,
le dije,
las metáforas son pura mierda,
algo así como condones,
o bolsas para recoger la caca de los perros,
o guantes floreados de proctólogos...
.
Hueás que dicen los hueones
que creen que hablar directo
los rebaja
y los hace iguales a los otros...
.
Entonces,
como si de verdad el tipo ese
estuviese interesado en las hueás que le decía,
o quizá simplemente porque estaba mareado
y le costase fijar la atención,
el tipo aquel, decía,
se sentó en el suelo del bar
y le pidió a la chica que atendía que le prestara un lápiz
y se dispuso anotar aquellas cosas que yo le decía
en unas servilletas.
.
¿Cómo podrías definir metáfora?
me preguntó entonces,
listo para llevar mis palabras
a la inmortalidad de un papel doble hoja
cortado por la mitad.
.
Yo fingí que lo pensaba un poco,
y aproveché de pedir otra cerveza.
.
Al final, repetí una de las frases anteriores
con la voz más solemne que pude:
Son hueas que dicen los hueones,
dije.
Y el tipo lo anotó,
como si fuese un nuevo mandamiento
o un dato seguro para los caballos.
.
Luego eructé.
Y lo hice de forma tan inesperada e irreprimible
que la poca gente que había en el lugar
me miró de tal manera
que el sabor ácido que me había quedado en la boca
pasó a quedar también
en mis ojos.
.
Pero Vian,
insistía el tipo,
tú eres profe de lenguaje,
¡y hasta escribes!
yo pensé que amabas las metáforas.
.
¡Las amo una mierda!,
le contesté,
¿acaso tú que eres veterinario,
me vas a decir ahora
que amas a los animales...?
.
¡Claro que los amo!
arremetió ofendido
¡Los amo!
.
¿Le lamerías el culo
a un gato que no tenga lengua?
inquirí entonces.
Pero el tipo guardó silencio
y me cedió el triunfo.
.
Luego pagó la cuenta
y me llevó hasta cerca de las piezas
donde vivo,
sin decir palabra alguna,
haciéndose el ofendido.
.
En fin,
peor para él,
esas son las pataletas en que incurre la gente
cuando se enfrenta cara a cara con un genio.
.
Además,
respecto a las metáforas,
creo que me quedé extremadamente corto,
en aquello que dije.
.
De hecho
escribiré en este rato que queda
-hasta que amanezca y deba levantarme-
un texto sobre ellas
y luego lo destruiré sin mostrárselo a nadie,
sólo para hacerles evidente mi desprecio.
.
Y es que imagínense...
¡Metaforas...!
¡Las hueás en que pierde el tiempo
hablando la gente!
.
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