.
I.
.
No recuerdo como fue,
es decir,
olvido
las circunstancias que rodean
lo que aún no cuento.
.
Recuerdo,
sin embargo,
una sandía rota
en medio de una avenida,
como si ésta hubiese caído
desde lo alto,
pero sin que ningún vehículo
hubiese aplastado aún
los restos de aquel fruto
esparcido en la calle.
.
Por lo demás,
no identifico aquí,
como dije en un inicio,
cuáles son las circunstancias
que rodean esta imagen.
.
De hecho,
no sé ciertamente,
si considerarme a mí mismo
como parte
de aquellas circunstancias.
.
Respecto a la sandía,
en cambio,
-o a los restos de ella
para ser exacto-,
no tengo duda en señalar
que su categoría era superior
a cualquier tipo de circunstancias.
.
Es decir,
el centro de aquel mundo,
lo único inalterable...
la esencia de todo aquello
por decirlo así,
era justamente la carne roja
esparcida en la avenida,
como si el corazón de Dios
se hubiese de pronto
venido abajo.
.
II.
.
Olvido señalar,
sin embargo,
las peligrosas maniobras
en que incurrían los vehículos
para evitar aquellos restos.
.
Asimismo,
no recuerdo que nadie
de los que caminaba por el lugar
haya reparado
en todo aquello.
.
Aunque pensándolo bien
¿por qué tendrían que haber reparado
en todo aquello?
.
Y además
¿qué es, concretamente,
todo aquello?
.
A priori,
aunque haré un intento,
les confieso que no tengo
ni la más mísera hipótesis
de todo aquello.
.
III.
.
Ahora bien:
Li po
se refiere en uno de sus poemas
al lugar más triste de la tierra:
.
el pabellón donde nos despedimos.
.
Menciono esto,
porque justamente
leía aquel fragmento,
en el mismo momento
en que veía por primera vez
los restos de la sandía.
.
Y claro,
alguno podrá cuestionar
que es imposible
que haya visto
ambas cosas a la vez.
.
Pero yo,
que lo hice, sin duda,
llegaré entonces a la cuestión crucial
que dice relación
con las circunstancias.
.
IV.
.
Una circunstancia,
-y esta es una de las definiciones
más hermosas que conozco-,
es un elemento accidental
que va unido
a la sustancia de algo.
.
Una definición hermosa,
como decía,
y qué cambié hoy
por otro conocimiento
similar.
.
Y es que un amigo me contaba
que los presos
tienen derecho a la fuga,
es decir,
sus sentencias
no pueden ser aumentadas
por intentar fugarse.
.
En cambio,
-y aquí volvemos nuevamente
al asunto de las circunstancias-,
sólo puede abrírsele un nuevo proceso
por agresiones al momento de la fuga;
por daño al terreno fiscal,
-si lo intentó mediante túneles-,
o por invasión de morada,
-si para hacerlo ingresó ilegalmente
a un terreno
de propietario particular-.
.
En resumen,
nos encontramos nuevamente
con un hecho puro
y esencial,
como la sandía rota,
que es a su vez comparable
al corazón caído de Dios
en plena calle.
.
V.
.
Hoy, además,
vi a un hombre mayor,
que volvió a ponerse
una rodilla en su lugar.
.
Alguien que tropezó
y se enredó con cables,
por lo que su pierna realizó
un extraño giro,
que dio como resultado
una rodilla desencajada.
.
En otras palabras,
otro ejemplo del hecho puro,
esencial
y desencajado,
que viene a existir,
paradójicamente,
no por sí mismo,
sino por una serie
de circunstancias
que han de situarlo
como centro.
.
VI.
.
Ahora bien,
pensemos,
-y esto que digo ahora
es exactamente lo que me decía
mientras leía a Li Po
y veía por primera vez
los restos de la sandía-,
¿puede un elemento accidental
encontrarse unido a la sustancia de algo?
.
Pero claro,
no recuerdo a ciencia cierta,
la respuesta que me di
en aquel entonces.
.
Además,
tampoco recuerdo la forma
en que llegué a situarme
frente a esos restos de sandía.
.
Sólo sé
que me senté en el borde
de la calle,
y hubo un momento tan exacto
tan fuera de todo,
que comprendí algo
no-circunstancial
al observar aquella sandía.
.
Y comprendí además
que sólo lo no-circunstancial
es cierto,
y que sólo de ello,
por tanto,
es factible hablar
con verdad
y sin ambivalencias.
.
Y claro,
Li po tenía razón,
como siempre,
y de haber estado vivo
al otro lado de aquella avenida
en la que se encontraba
la sandía caída,
quizá hubiese llegado a comprender
que aquel lugar,
correspondía exactamente
al pabellón donde nos despedimos.
.
Yo, en cambio,
en la otra acera,
debo reconocer que no soy
tan buen ebrio
-ni qué decir poeta-
como lo era Li Po,
y que mis despedidas
y finales,
son parte importante
de los accidentes
que se unen a una sustancia
pura,
que por lo demás
desconozco.
.
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