miércoles, 22 de febrero de 2017

Ola tras ola.


Era cierto. Estamos en el bar y ella habla rítmicamente, pero sin pausa. Es como mirar el mar, me dijeron. Ola tras ola. Palabras tras palabras y es imposible saber qué dice. A mí me interesó la descripción y me junté con ella. Tomamos algo. Tras un par de minutos ella comienza a hablar, tal como me habían advertido. Aunque claro, no es como hablar. Es más bien como una forma de vida. Como si las palabras fueran el sonido de su respiración. Sus latidos. Extrañamente resulta agradable, me dijeron. Puedes relajarte y escuchar. Igual no recordarás nada. Nada salvo que miraste el mar, pienso ahora. Nada salvo que estuviste con ella y la escuchaste, debieron haber dicho. Y es que realmente así. No puedo ni siquiera concentrarme en su cara. No como para describirla, me refiero. Resulta difícil de explicar, pero es como si no fuera esa la cara de alguien. Es decir, eso realmente como el mar. Detrás de las palabras, me refiero. Ahí no hay cara podría decirse. No hay nada, más bien. Es el habla misma, tal vez. Sí… eso es. Nadie habla. Esas palabras que recibes son como un volantín que alguien ha soltado. O sea, ella está ahí, pero sujeta otra cosa. Otra cosa sin importancia. Sí… definitivamente es como mirar el mar. Tenían razón. Ola tras ola. Es imposible saber qué dice. Si quieres que se vaya cierra los ojos, me dijeron. Dale un tiempo y luego los abres y ella no está. Es como todo en la vida, después de todo. Cierra los ojos y déjala ir, debieron decir. Me refiero a que es bello cuando se acepta. No intentes siquiera retener sus palabras. Así es más puro. Así resulta verdadero. El mar no te pertenece.

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