viernes, 17 de febrero de 2017

Manchas de vino.


Todo en la vida son manchas de vino.

Atenuadas tal vez, pero siguen siendo manchas.

¿Y sabes…?

Es bueno que lo sean, si lo piensas.

Bueno incluso que no intentes sacarlas.

Por años luchas, es cierto.

Te esfuerzas por quitarlas.

Buscas secretos, detergentes, quitamanchas caseros…

Volteas y hasta cubres las telas…

Pura pérdida de tiempo.

Y es que todo en la vida son manchas de vino.

¡Si hasta las manchas de sangre son también manchas de vino…!

No puedes borrarlas sin dañar la tela.

No puedes volver atrás esas marcas.

¿Te has fijado acaso en las figuras que forman?

¿Has encontrado en ellas, alguna vez, una palabra…?

Pues mira, yo he encontrado en ellas hasta una historia.

Una historia o un sueño, la diferencia poco importa.

Una vez dormí y soñé con Dios, va diciendo esa historia.

Y en el sueño, vi que Dios tenía en su barba manchas de vino.

Y tras la barba, Dios se tentaba de risa y tenía los labios manchados.

Tú tampoco te limpies, Él me dijo.

Y entonces, de golpe, se acabó esa historia.

Desperté esa vez, según recuerdo y quise decirle a ella lo que había soñado.

Pero hasta ella, a mi lado, se había vuelto una mancha de vino.

Todo en la vida son manchas de vino, me dije entonces, por vez primera.

Y sufrí un poquito, es cierto, pero se pasó con el tiempo.

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