domingo, 11 de septiembre de 2016

El ventilador que está en el techo.

“Instale ese ventilador arriba, al medio…
Quiero que sea el corazón de este lugar”.
O. W.

I.

Estoy en un bar, con un viejo que dijo que me parecía a su hijo y me invitó una cerveza.

El bar está muy cerca del puesto donde el hombre vende libros y al parecer lo visita desde hace décadas.

-¿Ve ese ventilador que está en el techo? –me pregunta.

-Sí –digo yo.

-No anda desde el 79 –agrega.

Yo no sé qué decirle.

Al final el viejo decide continuar.

-Lo peor es que no está malo –me dice-. Lo que pasa es que había que prenderlo desde un interruptor que está tras el mueble de allá.

-¿De verdad?

-Claro… si yo mismo ayudé a mover ese mueble, por eso me acuerdo.

-¿Usted movió ese mueble en el 79? –pregunté.

-No. Lo movimos el 78, pero una vez lo encendí yo mismo el 79, metiendo la mano por atrás… pero después nunca más.

-¿Y desde entonces no anda?

-Sí –afirma-. Desde entonces que no anda.


II.

-Todos piensan que está malo –sigue hablando el viejo-. La gente ve una cosa que no funciona y cree que está mala... Siempre es así.

-Sí –digo yo.

-Imagínese… ya van como 36 años y nadie pregunta… Si hasta hay un garzón que lo limpia cada seis meses, y ni siquiera él se interesa…

-Debe creer que no funciona.

-Claro –dice el viejo, molesto-.  Ese es el punto. ¿Se imagina si uno aseara a alguien dormido pensando que está muerto…? ¿Se imagina si despierta…? ¿Cómo va a dar lo mismo?

-No, po… No da lo mismo –le digo-. Tiene razón.

-Claro que la tengo –señala-. Para algo que sirva ser viejo.


III.

-Quiero hacerle una apuesta –dice entonces el viejo.

-¿Qué apuesta? –digo yo.

-Si hago que el ventilador funcione usted me paga las cervezas. Si no pago yo.

Me quedo callado un rato.

No me parece justo, pero acepto finalmente.


IV.

El viejo se paró, metió la mano tras el mueble y un rato después el ventilador comenzó a funcionar.

Sonó harto en un inicio, mientras giraba, como si las piezas realmente hubiesen estado sin uso por mucho tiempo.

Luego el ruido bajó.

-Usted paga –dijo entonces el viejo.

Yo asentí.

Pagué las cervezas y dejé propina.

-¿También le hizo el cuento del ventilador? –me dijo un garzón, mientras el hombre estaba en el baño.

Yo no le contesté.

Justo entonces volvió el viejo.


V.

Salimos, con el viejo, del local.

Me pidió dinero para un taxi y se lo di.

Luego él se subió al taxi y se fue.

Yo, en tanto, caminé hacia mi casa, cavilando.

Estaba comenzando a hacer frío.

-Al menos el ventilador funciona –me dije entonces, como consuelo-. Al menos el ventilador funciona.

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