jueves, 2 de diciembre de 2010

Ilustradores contemporáneos: Jaeran Won.

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Es muy extraña la mezcla de sensaciones que me provocan los dibujos de la artista coreana Jaeran Won.

Y es que en primera instancia, y vistas a la ligera, muchas de sus creaciones me parecieron exageradas, o demasiado cargadas de recursos como el llanto, las flores marchitas y algunas expresiones que me producían –quien sabe si por experiencia propia-, cierto rechazo.

Sin embargo, y a partir de conocer otros de sus dibujos, empecé a comprender que había algo más atrás de esas obras que a primera vista me parecieron demasiado cursis y propias de tarjetas de desamor adolescente, u otros objetos similares.
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Pude ver así, en muchas de sus creaciones, esta misma figura, sometida ahora a una serie de vejaciones cotidianas, rutinas que quizá sentimos comunes, pero que no son más que el reflejo de un servilismo que hasta el día de hoy –aunque en mucha menor medida, claro está-, es parte importante del rol que asumen muchas mujeres, en su vida diaria.

Noté, por ejemplo, al pedir comentarios sobre lo que veían mis amigos en algunas de las imágenes, que varios a quienes pregunté variaban en ver a algunas de estas figuras –depilándose, maquillándose, peinándose…-, como prostitutas o como dueñas de casas, sin que nuca existiese un consenso entre ambas visiones.

-Son prostitutas, hueón –está clarito, me decían.

-Son dueñas de casa, po hueón, si están haciendo cuestiones cotidianas… -alegaban otros.

Y yo, el hueón aludido en ambos bandos, y sin mayores referentes sobre prostitutas ni dueñas de casa, pasé entonces a darle vueltas a algunas cosas y a darme cuenta que justamente en el cruce de ambas opiniones estaba la clave y la fuerza de estas ilustraciones.
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Pude percibir entonces, claramente, una visión crítica y hasta pequeños dejos de rabia, en cada una de las imágenes de Jaeran Won.
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Las figuras me parecieron entonces sometidas, anuladas, como amoldándose a un ideario… y haciendo calzar incluso su propia tristeza en ese mismo ideario.

Fue entonces que el llanto, la posición corporal, las flores marchitas, -y todo aquello que me molestó en primera instancia-, lograron transmitir ahora una sensación nueva, una tristeza muy distinta a la que generalmente evocan esas actitudes, y pude ver tras ello, una realidad muy distinta y mucho más “triste”, si consideramos al menos que está presente en las acciones más aceptadas hoy en día, y que no sometemos a cuestionamiento alguno.

Y es que está claro, nuestra servidumbre nos sigue rebajando como seres humanos, y ya seamos hombres o mujeres –aunque éstas han estado sometidas históricamente mucho más que nosotros, hay que reconocerlo-, día a día aceptamos rutinas y condiciones para ser amables o agradables hacia el otro.
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Y sí, es más feo de lo que parece eso de ser amables. La palabra misma es fea, de hecho. Sobre todo cuando el ser amable es en realidad una manifestación condicionada, y terminamos actuamos amablemente justamente para que se cumpla lo que promete aquella palabra: para ser amados.

Y es que, ¿cuánto perdemos de nosotros mismos por ser amables, o agradables o aptos para una serie de situaciones en las cuáles debemos transformarnos para ser aceptados?

¿Acaso nos olvidamos que transformarnos es a veces dejar de ser quien somos, sobre todo cuando nos transformamos en quien otro quiere que seamos?

De esto siento que nos hablan, en definitiva, las obras de esta mujer koreana: de dejar de ser, de someterse... de perder identidad. Y hasta de acabar completamente con aquello que éramos en un inicio.

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Por último, me gustaría agregar que las imágenes de esta artista, no sólo dan cuenta de ese sometimiento y pérdida, sino que, de manera muy sutil, parecen contener -algunas-, cierto germen de rabia, o de rebeldía, que puede llegar a manifestarse quién sabe, de qué forma.

Supongo, y espero entonces, esa nueva etapa en el trabajo de Jaeran Won. Ese conjunto de imégenes en que las figuras ejercerán compleamente su voluntad y revelarán su rostro directamente, marcando además, con esto, el regreso hacia aquello que eran, o que debieron ser, desde un inicio.
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