domingo, 18 de noviembre de 2018

Las mismas cosas.


Un amigo regresa al país tras cuatro años en Australia.

Tomamos unas cervezas mientras cuenta algunas historias sobre su vida en aquel lugar.

De vez en cuándo muestra alguna foto y yo la observo, cada vez con menos atención.

Nunca supe entender bien a qué fue y lo cierto es que tampoco comprendo a qué vino.

Tras la tercera cerveza se lo pregunto, directamente.

Él me dice que no sabe, pero que sin duda es la misma razón.

Siempre es la misma razón para todo, me dice.

Luego recordamos algunas cosas.

Casi siempre son las mismas cosas.

Le cuento de mi hijo.

De mi trabajo.

De mi propia Australia, digamos.

Hasta con canguros y koalas propios.

El día que entendamos las cosas van a cambiar las cosas, dice de pronto, como si intentase explicar algo.

Y entonces nuevamente no vamos a entenderlas, digo yo.

Algo que tampoco comprendemos nos alegra, extrañamente.

Abrimos la última cerveza.

La hacemos durar un poco más, aunque ya no hablamos mucho más.

Tal vez cuando pasen algunos años quiera volver a Australia, me dice, cuando nos despedimos.

Yo sé que está mintiendo.

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