miércoles, 21 de noviembre de 2018

El esclavo.

El abuelo de mi abuelo tuvo un esclavo. Lo trajo desde Estados Unidos en los tiempos que ya se estaba cuestionando la validez de la esclavitud. No lo dejaba salir mucho de casa y lo ocupaba mayormente en labores domésticas. Reparaciones de la casa, mantener el jardín y hasta creo que cocinaba un poco. Como estaban en Chile aprendió a tocar la guitarra en vez de la armónica y hasta dicen que compuso unas cuecas. Hay una que hoy está grabada por un grupo de cueca urbana aunque el autor aparece como anónimo. La cueca se llama El almíbar. El esclavo en tanto se llamaba Jim, aunque luego de unos años en el país comenzó a hacerse llamar Jeremías. No tuvo hijos y cuando murió el abuelo de mi abuelo, Jeremías se fue a trabajar a una peluquería y entretenía a los clientes tocando alguna tonada. Cuando le hablaban sobre si había sido verdaderamente un esclavo, Jeremías cambiaba el tema aunque no negaba la situación. Todos servimos a alguien, dice en una canción que se conserva hasta hoy. Y servir te mantiene en pie. Murió seis años después que el abuelo de mi abuelo. Está enterrado junto a la tumba de varios inmigrantes que ocupan un pequeño sector en un cementerio en la décima región. No sé si en su tumba alguien haya puesto, alguna vez, una flor.

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