jueves, 31 de mayo de 2018

Arrugas.


Ellos estaban hablando:

-El otro día encontré un poema de cuando era chico –dijo M.-. Parece que lo escribí pensando en mi abuela, en el sur…

-¿Y qué decía? –preguntó P.

-Hablaba de las arrugas de mi abuela… Decía que las arrugas le nacían desde dentro… Con algunas metáforas, claro, pero esa es la idea que me queda…

-¿Que las arrugas le nacían desde dentro…?

-Sí… Era algo bonito en todo caso, lo que quería decir… como que la vejez revelaba algo… Era muy inocente, supongo, en ese entonces…

-¿Ahora no piensas eso?

-No. De hecho, puede que piense lo contrario.

-¿Y qué es lo contrario de aquello?

-No sé… Tal vez lo que ocurra es que cuando salen las arrugas es porque dentro te estiras… Se te alisa la piel por dentro, me refiero… se vuelve más suave, como de bebé… Rugosa por fuera y suave por dentro…

-¿Y eso sería bueno o malo? –preguntó P.

-Bueno y malo, supongo –dijo M.-. Y es que la mayoría a esa edad ya ha olvidado que tenía algo dentro… Un lado de piel por dentro, me refiero… Un reverso de las arrugas, y de lo que ven los demás…

-¿Algo puro?

-Exacto… Algo puro… Algo distinto a lo que vemos cuando nos miramos… o cuando nos amamos, o cuando nos odiamos…

-¿Eso crees hoy, entonces?

-Sí… o sea, más o menos… En eso creo.

Luego siguieron hablando.

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