domingo, 20 de mayo de 2018

Los sabios de las montañas.


I.

-Antes –me dijo-, los antiguos iban hasta donde los sabios de las montañas y les hacían sus consultas… sentido de la vida, razones de la muerte, ya sabes… esas cosas…

-Entiendo –dije yo.

-Las generaciones nuestras en cambio –continuó-, están cagadas.

-¿Cagadas? –pregunté.

-Sí –confirmó-. Cagadas y recagadas.

-Entiendo –señalé.


II.

-Lo peor es que los sabios de las montañas no se contentaron con irse… –continuó.

-¿A qué te refieres? –pregunté.

-A que los sabios no solo se fueron –señaló-, sino que además se llevaron las montañas… Nos dejaron en el llano, en medio del viento… convirtiéndonos en desierto…

-Como en los cuentos de Rulfo –comenté.

-¿Rulfo es un perro? –preguntó.

-Más o menos –contesté.

-Pues entonces así es… nos dejaron igualito que a ese perro.


III.

-La gente que viene ahora –dijo después de una larga reflexión-, ya no viene buscando sabios.

-No po… -comenté-. No creo.

-Ni tampoco buscando montañas –agregó.

-No po –dije yo-. Además no hay.


IV.

-Hueás que no existen… -lo escuché farfullar-. Los hueones de ahora vienen por puras hueás que no existen.

-¿Cómo cuáles? –pregunté.

-Como por fotos en medio del llano… -me dijo, molesto-. Se sacan fotos donde no hay ni una hueá… puro viento que ni se ve porque no tiene ni qué mover…

-Es cierto –dije yo.

-Así ni cagando vuelven los sabios –fue lo último que dijo-. Por estos hueones no vuelven ni cagando…

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