miércoles, 2 de mayo de 2018

Pingüinos.


Una amiga que trabaja en un zoo me cuenta que prácticamente una vez cada dos meses, les desaparece un pingüino. Ella detalla que las desapariciones se repiten desde los tres años que ella lleva trabajando en el lugar, aunque al parecer ya ocurrían desde antes de su llegada.

El espacio en que se encuentran estas aves es de difícil acceso, y cuesta pensar que alguna pueda salirse por sí misma o que un visitante tuviese acceso a ellas, para robarla. Por lo mismo, se sospecha de los mismos trabajadores, aunque nunca ha habido ninguna prueba concreta que permita validar esta hipótesis.

Debido a lo anterior, mi amiga señala que se duplicaron las cámaras en el lugar hace unos meses, pues ya han removido a varios trabajadores y al parecer las desapariciones no disminuyeron luego de tomarse aquellas medidas.

Tras el último extravío, sin embargo, ocurrido hace unos días, mi amiga me cuenta que revisaron las grabaciones y no logran encontrar en ellas nada extraño. Es decir, en un principio se pueden contar con claridad los pingüinos y se confirma que están todos. Luego, hay un momento en que se reúnen las aves, resultando difícil contar con claridad. Por último, las aves se disgregan y es posible numerarlas de nuevo: entonces se aprecia que falta uno.

-¿Y para qué me cuentas esto? –le pregunto cuando ella finaliza.

-¿A qué te refieres? –señala.

-¿Qué podría decir yo sobre aquello, si no tiene explicación? –le digo.

Ella no responde.

Yo tampoco sé qué más agregar.

-Aquí también desapareció un pingüino –dice ella, antes de irse.

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