viernes, 25 de mayo de 2018

La gran cosa (I).


-Putos dinosaurios, -me dijo-. Deben haberse creído la gran cosa.

Ambos estábamos borrachos y yo no entendía de qué hablaba.

Ella siguió.

-¿Los más grandes, cierto…? ¿Los dueños del mundo, no crees?

Yo asentí. No quise preguntar.

-Pues hasta esas cosas cambian… -agregó-. Primero los volcanes. Luego las plantas. Después los dinosaurios. Todos deben haberse creído la gran cosa. Todos creyendo que dominaban la tierra… Que el mundo había sido hecho para ellos…

-Claro –dije yo-. Deben haberse creído la gran cosa.

-Pero el mundo no se hizo para nadie –continuó-. Y menos aún para los dinosaurios… ¿Te imaginas….? Sentirse fuertes, inmensos… dueños de algo… En un lugar cualquiera del universo…

Yo intentaba imaginarlo.

-Además –dijo entonces-, ¿quién mierda es grande en medio del universo…? ¿Quién puede hablar de dolor, de amor, o de cualquier sentimiento dándole una importancia mayúscula, si considera su propio tamaño… su propio tiempo…?

-¿Los dinosauros? –pregunté, intentando seguir lo que decía.

-¡Ni una mierda…! –gritó-. No entiendes ni una mierda… Deben haberse creído los mejores, pero sus necesidades valían finalmente una mierda… Nunca habrían aceptado que no eran la gran cosa.

-Claro que no –le dije, intentando corregir mi error-, la gran cosa y entonces desaparecen y no cambian nada…

-Exacto –me dijo-. Cuando sufras piensa en eso. O cuando ames.

-Entiendo –le dije.

-No somos la gran cosa –concluyó.

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