viernes, 10 de marzo de 2017

Nunca he hablado de formas nuevas.


Nunca he hablado de formas nuevas.

No he pretendido nunca nada así.

De hecho, la forma es un concepto que por lo general no entiendo.

No comprendo, digamos.

Y no me interesa, por cierto, perpetuar.


La honestidad en cambio es otra cosa.

La honestidad que tiene raíces y permanece en su sitio.

La palabra dicha como quien respira.

O como quien intenta, dificultosamente, respirar.


Y claro, pretender más que el aliento, entonces,
resulta siempre innecesario.

Vanidad, equívoco, soberbia y hasta exceso.

O simplemente vanidad.

En este sentido,
no hay piedra alguna de más en este mundo.

Pero las palabras ciertamente podrían hacer un gesto
y dejar un poco más de espacio.


¿Ordenar la biblioteca, entonces?

Puede parecer absurdo, es cierto, cada día.

Avance, retroceso y retroceso.

Sin embargo, puedo aceptar, sin duda, aquella farsa.

Aquella farsea que poco a poco busca gestar algo tan sólido como una piedra.

Pequeño, gris y sólido como una piedra.

Eso entonces.

Nada más.


¿Siete años alcanza?, pregunté.

¿Está bien con siete años…?

Hubo un silencio entonces hasta que una voz chilló algo extraño.

¡Setenta y siete veces siete años!, me dijeron.

Eso que sientes no es cansancio sino pena.

Era cierto.

Nadie me dijo nada más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales