domingo, 5 de marzo de 2017

Cosas que no se nos otorgan.


I.

-Lo malo es que nadie reconoce tener la culpa –dijo F.

-¿La culpa de qué? – preguntó M.

-La culpa de las cosas que no se nos otorgan.

-¿La culpa de que no se nos otorguen esas cosas, querrás decir?

-No –insistió F.-. Lo dije bien: la culpa de las cosas que no se nos otorgan.


II.

-¿Tienes tú de esas cosas? –preguntó F.

-¿De las cosas que no se nos otorgan? –consultó M.

-Sí, de esas.

-Es que sabes… no sé bien a qué te refieres...

-Me refiero a las cosas que tienes, pero que nadie te las otorgó.

-¿Cosas robadas, entonces?

-No –dijo molesta F.-. No entiendes nada.


III.

-Tal vez no te interese –dijo F.-, pero me enojo porque nadie distingue esta condición en las cosas.

-Puede ser… -dijo M.-, yo misma, de hecho, no las distingo…

-¿Sabes…? –siguió F.-, diferenciarlas hace bien… Me refiero a reconocer esas cosas que sí te otorgan, y darte cuenta de aquello que posees y que no te ha sido otorgado…

-Lo dices como si poseer lo que no te otorgan fuese algo malo.

-No es precisamente algo malo… -dijo F.-, pero sin duda al reconocerlo hay que entregarlo…

-…

-…

-¿Y qué hago con las cosas que sí me otorgan…? –preguntó M.

-Diferenciarlas de las otras... Hacer una lista, tal vez.

-Sí… entendí eso, ¿pero para qué sirve diferenciarlas?

-Sirve para reconocer cuales son –señalo F.-. Y agradecerlas.

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