sábado, 4 de marzo de 2017

La luna, la dicha o la inmortalidad.

"Pero no estoy loco y aun más:
Nunca he sido tan razonable"
A. C.

La luna, la dicha o la inmortalidad.

Cosas así son necesarias.

Todo lo demás ya está –o ha estado-, en el mundo.

Todo lo demás, convengamos, ha pasado alguna vez por las manos de los hombres.

En cambio la luna…

En cambio la dicha…

En cambio la inmortalidad…

Estar en ello siempre ha sido algo ilusorio.

Pisar la luna, me refiero.

Sentirse dichoso.

Creer en la inmortalidad mientras no muramos.

Y es que no vinimos acá para conformarnos con eso.

No creo, al menos, que sea tan simple.

Que baste una huella, digamos.

Que baste la risa.

O que baste un simple aplazamiento.

Así, suelo pensar que Amstrong en la luna vio desde ahí otra luna.

Y que los hombres desde la dicha ven también otra dicha.

Y que desde la vida soñamos con algo que no es solo la ausencia de la muerte, sino algo más profundo y cierto que podría nombrarse entonces de otra forma.

Luna verdadera.

Dicha verdadera.

Vida verdadera.

No tengo por qué rebajar mis sueños.

El corazón no está hecho para ser contenido en nuestras propias manos.

La luna, la dicha y la inmortalidad, entonces.

Ni siquiera para mí.

Ni siquiera para otros.

Solo por la belleza, en definitiva.

Solo por un pequeño latido que habite en la posibilidad de lo imposible.

Cosas así son necesarias.

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