martes, 7 de marzo de 2017

Descubrió que estaba vivo y que no le crecían las uñas.


Descubrió que estaba vivo y que no le crecían las uñas.

Siempre iguales, observó.

Les hizo incluso unas marcas con plumón y no hubo cambios.

Años después, visitando a un doctor, le comentó lo que ocurría.

Estoy vivo y las uñas no me crecen, le dijo.

El doctor no le creyó.

Él insistió y explicó sus pruebas.

Luego de semanas el doctor lo aceptó.

Estás vivo y las uñas no te crecen, le dijo.

Tampoco las del pie, por cierto, le crecían.

Entonces hubo exámenes.

Hasta electrodos le pusieron debajo de las uñas.

El doctor incluso escribió un texto sobre aquello.

Se publicó en una revista médica de circulación quincenal.

Se vendieron en todo Chile cerca de cincuenta ejemplares.

El doctor, de hecho, compró veinte.

Pasado el tiempo, sin embargo, el doctor consiguió un trabajo mucho mejor.

Y claro, quiso solucionar entonces el problema del paciente para no dejar cosas pendientes.

Llamó entonces a una siquiatra amiga para que diera un vistazo.

La chica fue y escuchó la historia.

Luego tomó unos apuntes y observó.

Finalmente, pareció tomar una decisión.

Lo mandó a escribir quinientas veces que estaba vivo y que no le crecías las uñas.

No tienen por qué ser verdades incompatibles, le dijo.

Y claro, descubrió entonces aquello que intuyó en un inicio: que estaba vivo y que no le crecían las uñas.

Al menos estoy vivo, pensó.

Y claro... dejó entonces de pensar en su problema, al menos por unos cuantos días.

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