lunes, 9 de enero de 2017

Todo a su tiempo.

“Un día,
habrá algo diferente al día”
B. V.

Me dicen que espere. Que me calme. Que todo llega a su tiempo y si no llega es porque no tenía que llegar. También me dicen que la desesperación no es buena. Que Dios está atento y que todo finalmente encontrará su sitio. Y claro, yo me calmo un poco y luego anoto lo que dicen para no olvidarlo. Para creerlo, incluso, a fuerza de registrarlo cuantas veces sea necesario. Entonces, si me calmo, dicen que eso está bien. Que hice lo correcto. Que mi esfuerzo va a ser recompensado.

Yo, en cambio, si soy sincero, no sé realmente si hago lo correcto. De hecho, no sé ya si lo correcto existe. No digo eso, por supuesto, porque con eso los desanimo y creen entonces que no he avanzado nada. Por lo mismo, prefiero mostrarme tranquilo. Decir que entiendo. Decir que espero. Decir, junto con ellos, que todo llega a su tiempo.

¿Qué es lo malo, entonces? ¿Eso me preguntan…? Pues lo malo es que digas eso o no, te dan pastillas. Y con las pastillas dentro, esperar deja de ser una opción. Me refiero a que esperar es lo único que haces. Esperar algo diferente al día. Guardar la desesperación. Mantenerla dentro. Todo así hasta que llegue el tiempo ese del que tanto hablan. Que llegue el tiempo ese a no ser que antes llegue el fuego. O que llegue algo distinto al día. O llegue un Dios distinto a Dios. Eso es lo que espero.

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