miércoles, 21 de octubre de 2015

Cargar la propia cruz.


Fue un acuerdo de todos.

Había que cargar la propia cruz.

Después de todo eran buenas personas.

Hicieron planes de trabajo.

Entrenamiento.

Largas reflexiones.

Ante todo decidieron que la cruz tenía que ser distinta en cada uno.

Y no se referían solo al peso o tamaño.

También hablaron de diseño.

Colores, terminaciones, formas… ya saben.

Esas cosas.

Y es que no se trataba de cargarla solo para una fecha especial.

(Ellos eran personas responsables)

Se trataba de vivir cargando la propia cruz.

Todo el tiempo.

Llevarla al hombro como una mochila perenne.

No dejarla de lado, digamos.

Ocurrió así que al poco tiempo, se fueron uniendo otros, a esta iniciativa.

Y claro, se hizo necesario organizar esa inquietud.

Entonces, abrieron un grupo en Facebook y hasta sacaron personalidad jurídica.

La fabricación de cruces, por otro lado, comenzó a hacerse en serie.

Fue todo un boom, digamos, entre la gente.

Pero también como todo boom, comenzó de pronto a declinar.

Y es que se produjo colapso, por ejemplo, en el transporte público.

Y el cansancio, por cierto, también se dejaba sentir.

Así, finalmente, salió todo en tv como una anécdota.

Unos meses, probablemente un año, y las crucen comenzaron a apilarse.

Siempre ocurría así con esas iniciativas.

Y entre ellas, comenzaron a juntarse ratones y otras plagas similares.

Con el tiempo, de hecho, los de salud pública les prendieron fuego.

La gente, hoy, se ríe al recordarlo.

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