sábado, 4 de julio de 2015

Soy no inconexo.


Nada.

Las nubes en algún sitio.

Los pies en pares también en sitio alguno.

Y si el perro ese viene y me ladra.

No sé si viene, ni si ladra.

El segundo dado dio tres y el otro no existe.

Guardé una piedra en mi puño hasta que brotó musgo.

Y el musgo brotó en ese que no existe
y reveló su forma.

Eso es nada.

Gritan todos y nada, me refiero.

Gritan todos y las nubes en algún sitio.

Y otro ve en el perro un interior relleno de piedras conocidas.

De fuera hacia dentro las botellas se quiebran.

¿Y acaso el hombre no es más que una botella?

Destapo al hombre desde dentro y el musgo no toca su garganta.

Una piedra única se aloja en la garganta del hombre.

No interpreto, en todo caso.

Una vez lo hice y encontré una metáfora de papel
cuyo filo pasó velozmente
por mis ojos…

Cuántos inconvenientes…

Tantos que al final, de obstinadas, las metáforas ladraron como piedras.

Nadie hubo que las callara.

Los que oyeron, pensaron que eran metáfora de otra cosa…

Y para peor comenzó la jornada de arrancarse el musgo…

Todos desnuditos para nada finalmente.

Todos y nada.

Todos y las nubes en algún sitio.

¿Inconexo yo?

¿Y el mundo, conchetumadre?

¿Y el perro ese que se acercó a morder y luego te lamió la mano?

Por eso nada, finalmente.

Y las nubes ahí, me ayudan a conciliar el sueño.

Poco más.

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