miércoles, 8 de julio de 2015

No riegas porque piensas que va a llover.


No riegas porque piensas que va a llover.

Da lo mismo si después llueve.

El daño ya está hecho.

Pones un disco.

Escuchas.

Puede que te prepares un café.

Pero claro… no tienes idea del daño.

Mientras lo revuelves, sin embargo, debes de pensar en otras cosas.

Y es que nadie piensa en el café, mientras revuelve el café.

De hecho, ni siquiera escuchas el disco que pusiste.

Tal vez piensas en tus padres.

Tal vez piensas en tus hijos.

No los llamas porque piensas que hablarán después.

Aunque claro… ahí también, el daño ya está hecho.

Se te enfría el café que tal vez preparaste.

Se acaba el disco que pusiste.

Afuera, no sabes si llovió.

Te acercas a vidrio, para mirar, pero no hay rastro.

Con todo, tienes dudas.

Parece existir cierta humedad.

No riegas, de hecho, porque crees que su existencia basta.

Sientes un ligero temblor.

No alcanzas a ir por otro disco.

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