viernes, 31 de octubre de 2025

Un incendio como dios manda.



Nadie sabe dónde comenzó el fuego.

Muchos lo sospechan, es cierto, pero no dicen más.

Me refiero a que cuando pidieron testimonios solo dieron impresiones vagas.

Referencias a las llamas, al humo, a la propagación rápida del fuego...

Y al calor que se sentía en el lugar.

En definitiva, ninguno de ellos aportó datos concretos.

Hablaron, digamos, sin caer en complicaciones.

Sin exponerse ni acercarse al origen de las llamas.

Desde la comodidad de lo evidente, quiero decir.

Desde ahí hablaron.

Hablaron y otros, en tanto tomaron notas.

Pliegos y pliegos de testimonios que decían lo mismo que podía verse.

¡Qué inutilidad…!

No hay necesidad de las palabras cuando lo que dicen puede verse.

Es casi una burla –debió decirles alguien-, expresarse así.

Un riesgo innecesario, incluso, si pensamos en el material en que esas palabras fueron transcritas.

Alimento para el fuego, nada más.

O ni siquiera alimento, posible origen tal vez, aunque nadie se atrevió a decirlo.

Se mostraron ignorantes cuando les pidieron opiniones.

Levantaron los hombres y guardaron silencio.

Se mostraron incapaces de formular hipótesis para explicar el origen de aquello.

Así, ocurrió que mintieron descaradamente, diciendo que no lo vieron venir.

Y es que todos saben cómo comenzó el fuego.

O lo sospechan, al menos, y hasta saben por qué.

Así no más ocurren las cosas, dijeron algunos. No hay que darle vueltas.

Un incendio, en definitiva, como dios manda.

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