sábado, 11 de octubre de 2025

El lugar se llenó de caracoles.


El lugar se llenó de caracoles. Debe haber sido un proceso lento, por supuesto, pero yo solo lo noté al final, cuando el lugar ya estaba infestado. No podías dar siquiera unos pasos sin aplastar alguno. Podías verlos en el jardín, pero también subidos a las paredes y buscando, por distintos medios, entrar en la casa. Las marcas plateadas de las babas estaban por todos lados. Incluso podías sentir un olor extraño en el lugar. Olor de caracoles, supongo, aunque ciertamente no lo sé nombrar, ni describir de buena forma. Un olor cercano al de la tierra, de cierta forma, pero también algo similar al amoniaco, sobre todo en la parte del jardín en que apilaban a sus muertos, antes de comerlos. Sí… El lugar estaba lleno de caracoles. Está siendo devorado por ellos, me dije, y pronto entrarán a la casa. Así, asustado y al mismo tiempo convencido de que algo debía hacerse, me abrí paso entre ellos para poder entrar en la casa. Calculo que pisé decenas, sin intención, y luego descubrí que al menos quince o veinte habían logrado subirse por mi ropa, antes de atravesar la puerta. Ya dentro, por cierto, fue cuando lo descubrí. Fui quitándomelos de encima, con cuidado, mientras los metía en una bolsa. Luego, metí la bolsa con los caracoles al refrigerador, no sé por qué. Tal vez, pienso ahora, ya me había rendido. De hecho, fue esa misma noche que los caracoles quebraron unos vidrios y no recuerdo siquiera que haya intentado repararlo. Pasará lo que tenga que pasar, me dije, simplemente. Y claro, no quiero parecer soberbio con todo esto, pero al final resultpo ser cierto. Eso fue lo que pasó.

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