viernes, 11 de julio de 2025

Más que suficiente.


Ocurrió un día en el teatro municipal. Hace muchos años, por cierto. Yo había sacado abonos en ese tiempo, e iba prácticamente a todo lo que realizaban. Dos o tres veces por semana, asistí, durante algunos años. Por lo mismo, entre tantas visitas, terminé conociendo a varias personas que trabajaban en el lugar. No diré que forjamos amistades profundas, pero al menos hablábamos de otros temas y hasta me dejaban ingresar a ver ensayos y otras preparaciones. A veces iba a leer, simplemente, mientras ellos ensayaban. Fue en una de esas ocasiones que me topé con un ensayo especial. Era un ensayo exclusivo para el funcionamiento de los decorados y la escenografía, que debía ocuparse en una ópera. Todo automatizado, por cierto. Distintos tipos de iluminación, aparición de cosas que emergían, otras que desaparecían y un sinfín de movimientos en el decorado. Todo a tiempo real, me parece, sin que escuchase yo palabra alguna. Sin que viese tipos moviéndose de un lado a otro. Tres horas aproximadamente en que las cosas aparecían y desaparecían del escenario, como una flor mecánica que se abriese y se cerrase. Un espacio en el que no había hombres, sino cosas. Una naturaleza profundamente bella, aunque artificial. Una belleza distinta, digamos, pero extrañamente completa. No le faltaba nada, pensé, mientras observaba. Recuerdo haber quedado maravillado con eso, hasta que se apagaron las luces. Y aquella sensación permaneció hasta que volví a escuchar voces y ver siluetas de personas, que contaminaron el lugar. Así y todo, sentí que al menos había descubierto una belleza que desconocía. Y eso, por supuesto, ya era más que suficiente.

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