lunes, 14 de julio de 2025

De aquella forma.


Me dejaron a solas esa vez. Dijeron que confiaban en mí. Que yo sabía lo que hacía. Por lo mismo, nadie cuestionó la decisión. Yo mismo pensé que sería mejor de aquella forma. Además, pensaba que estar solo estaba bien. O al menos no más mal que estar con otros. O con alguien. Todavía lo pienso, de hecho, de esa forma. Es cierto. Eso pienso. O lo hago al menos, hasta cierto punto. Me refiero a que es cierto que sé lo que hago. Y que puedo hacerlo una y otra vez incluso cuando la finalidad de todo aquello no se ve muy clara. Hasta ahí, entonces, no parece haber mayor problema. Ninguna dificultad más allá del desgaste natural, quiero decir. Y prácticamente ningún daño. En la superficie no, al menos. Tampoco en aquello que he terminado por hacer. Llamémosle “producto”, esta vez, para entendernos. Y pensemos que esos productos, una vez hechos, los apilo en columnas en esta misma habitación. Columnas altas, pero apoyadas unas en otras para que no caigan. Siempre contra la pared, además. Con una leve inclinación opuesta una con otra para que se afirmen entre sí. Una vez hechas, estas columnas –aunque lo que hago en realidad son los productos-, las observo y me disculpo ante ellas porque solo soy yo. Lo que pasa es que me dejaron a solas, les digo, consciente de que parece una queja. Confían en mí como yo en ustedes, agrego. Sé que saben lo que hacen.

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