martes, 26 de diciembre de 2017

Nunca encuentro al caracol.


Nunca encuentro al caracol.

Pero veo su huella cada mañana, en el jardín.

El recorrido es casi siempre el mismo.

Solo desconozco los extremos, y la dirección.

A veces lo observo a distintas horas, pero el resultado es invariable.

Huellas sobre el pasto, en un sector con pavimento y hasta encima de una piedra.

Siempre la misma piedra.

Y en cada ocasión, por supuesto, una huella que parece fresca.

Tal vez, pienso entonces, ni siquiera exista un caracol.

Y todo esto sea en parte, un gran artificio.

Y claro… es entonces cuando además de cuestionar al caracol, comienza uno a desconfiar de otras cosas.

Del origen de las huellas, por ejemplo.

Y hasta del jardín mismo, ya que estamos.

Sumar aquello que no encontramos, en resumen.

Poco más.

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