Una vez en Praga
vi a una pareja discutir,
hablando en checo.
Estaban en una plaza
llena de esculturas y de nieve
a veinte grados bajo cero.
Y yo que no sabía checo
buscaba entender y creía
que ambos tenían razón, o que ninguno.
Señorita, dije entonces, acercándome,
usted no comprende qué sucede.
Y dije lo mismo al hombre,
que discutía con ella, en aquella plaza.
Tanto amor y tanto frío, les dije,
tanta tristeza y parece
que no conocemos siquiera
el idioma que hablamos.
Y entonces yo que no sabía
nada de amor, ni de checo,
les invité a tomar una sopa
y les hablé y ellos me hablaron.
La chica lloraba de vez en cuando.
El hombre tenía los ojos llorosos.
Y la sopa tenía cebolla tostada y vino.
No comprendí lo que dijeron.
Y supongo que el frío continuó allá afuera.
Pero reímos un momento, al acabar la sopa.
Tanto amor y tanto frío, les dije,
tanta tristeza y parece
que no conocemos siquiera
el idioma que hablamos.
Y entonces yo que no sabia
nada de amor ni de checo,
les inventé esta canción
y canté y ellos se abrazaron.
Y entonces yo que no sabía
nada de amor ni de checo,
me fui de ahí tan alegre
que olvidé pagar, pero ellos se acordaron.
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