viernes, 19 de mayo de 2017

Una nota.


La empezó hace 27 años y jamás pensó que le tomaría tanto tiempo. De hecho, consideraba resolver todo en cosa de minutos, pero poco a poco el asunto se fue complicando. Todo por intentar ser honesto, me confiesa, con uno mismo y con los otros… todo por intentar comprender y que se comprendieran sus verdaderas razones, entiendo yo.  Fue así que la nota se fue alargando hasta que hace unos días, él me contacta pues piensa que puede tratarse de algo serio, y me pide que revise algunas partes de lo que lleva escrito. Una nota de suicidio, me dice entonces, mientras leo. Esto que lee se trata de una nota de suicidio, señala. Así, tras escucharla, yo no sé si me están tomando el pelo o si se trata, en realidad, de la nota de suicidio más larga del mundo. Finalmente, tras analizar la situación, elijo creer la segunda de las opciones. Entonces, voy marcando algunos detalles en su escrito. Unas pocas correcciones ortográficas. Unos cuantos detalles de estilo. Otro par de mayúsculas. Nada que ponga en juego su propio estilo, en definitiva, ni tampoco su autoría. De esta forma, tras terminar la revisión, él me confiesa su deseo de terminar de una vez la nota, pero me pide que me encargue -en lo posible-, de llegar a publicar su texto luego de ocurrir su desenlace. Al menos como una rareza, pienso yo, pero no se lo digo. Poco más hablamos, ese día. Eso es lo que ocurre con su nota.

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