sábado, 30 de enero de 2016

Un olvido.

“El viento que barre con cardos y girasoles”
J. T.

Lo llevan al hospital porque se le olvidó comer.

Solo un olvido, tal vez, pero ya sumaba varios días.

Nadie habla de un acto voluntario.

Nadie elabora hipótesis trágicas.

Simplemente te dicen que se le olvidó comer.

Lo comentan en el almacén y es tema de conversación durante un par de días.

De hecho, todo se solucionó con tres bolsas de suero y doce horas de hospital.

Para que no ocurra de nuevo los vecinos se organizan y resuelven que deben hacer turnos.

Preguntarle si comió. Golpear su puerta. Saludarlo.

Después de todo vive solo y ya está viejo.

Puede ser normal que le ocurra, concluyen.

A los días lo veo regar el jardín.

Nunca hablo con él, pero lo saludo de pasada.

Su jardín tiene el pasto crecido y carece de flores.

¿No vas a preguntarme si ya comí?, me dice.

Yo le digo que no, y le pregunto de pasada si ya está bien.

Uno a veces se olvida de cosas, agrega, riendo.

De cosas importantes.

Yo asiento.

Hace calor, le digo.

Él no hace ningún comentario.

Yo me quedo ahí, esperando a que diga algo.

Todos olvidan cosas importantes, dice entonces, mientras se agacha a cerrar la llave del agua.

Y hay cosas incluso más importantes que comer, señala.

Sí, digo yo. Es cierto.

Pues si es cierto nombra dos cosas más importantes que comer, me dice él, de improviso.

¿Dos cosas?, pregunto yo, para ganar tiempo.

Si quieres una sola cosa, dice él, desafiante.

Y claro, yo pienso en algunas, pero lo cierto es que me avergüenzo y no digo nada, finalmente.

Lo único cierto es que no sabes, dice entonces él, dando media vuelta, para entrar.

Nadie sabe, concluye, pero no importa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales