miércoles, 9 de diciembre de 2015

Sapos, contra la decepción.


I.

Después se lo adjudicaron varios, pero creo que fue Schopenhauer quien recomendaba tragarse un sapo cada mañana como remedio contra la decepción.

Yo le creí y como la decepción me pone incómodo, busqué en internet y mandé pedir varios.

Una semana después llegó un mensajero con una especie de terrario donde traía al menos treinta, todavía muy pequeños.

-¿Son para la decepción? –me preguntó.

Yo asentí.

Entonces él me contó que lo de los sapos era un tratamiento habitual, y hasta me propuso que en vez de propina le regalase uno.

-Lo siento, -mentí-, no son para mí.

-¿Y para quién son? –insistió.

-Son para el mundo –dije yo.

Y como la frase sonó genial, no me tragué ningún sapo ese día.


II.

Al día siguiente tampoco me tragué ninguno.

Pero lo intenté.

Saqué uno y me lo metí a la boca, pero se quedó tan quieto que me dio miedo.

Al final, los dejé junto a los otros en la tina, donde vacié también un poco de tierra.

Por la tarde, me di cuenta que les llegaba un poco de luz, por una grieta.

Hay una grieta en todo, escribí.

Así es como entra la luz.

Y como la frase estaba genial, tampoco me tragué ningún sapo ese día.


III.

Apenas desperté, recordé que la frase genial era en realidad de una canción de Cohen.

Extrañamente, eso no me decepcionó.

De hecho, fui hasta donde los sapos y se las canté, según recordaba.

Entonces, junto en la parte que dice: “preguntamos por signos y los signos fueron enviados”, los sapos comenzaron a saltar como haciendo una coreografía.

Fue algo tan genial que decidí no tragar ninguno, en ese tercer día.


IV.

Como llevaba tres días sin ducharme decidí soltar los sapos en la casa.

Les había comprado alimento así que estaban sanos, pensaba, y hasta crecían.

Entonces, mientras me duchaba, pensé que era agradable eso de encontrar genial algo que estuviese fuera de uno mismo, y descubrir que eso también era capaz de quitar la decepción.

De hecho, la coreografía de los sapos, había hecho más en mí que cualquiera de las frases geniales.

Capaz que hasta termine el blog, me dije.

Por último, salí del baño y vi como los pequeños sapos saltaban por mi biblioteca.

El más pequeño de todos, usaba un libro de DeLillo, como resbalín.


V.

Ya llevan un tiempo los sapos sueltos en mi casa.

Algunos han crecido y hasta hay dos que me dicen papá.

Como ven, siguen siendo geniales, así que la decepción suele alejarse, cuando los veo.

Lamentablemente, hay días que ni siquiera paso por mi casa.

Por lo mismo, los otros que ayudan en eso de la decepción, pueden no ser sapos y estar en cualquier sitio.

Y bueno, por si no fui lo suficientemente claro, me refiero a usted, querido lector.

Hágase responsable de una vez.

Yo, por lo mismo, me decidir a no terminar los escritos, por si en una de esas, algún día, le sirven a otro.

Sírvase usted, si gusta. No sea vergonzoso.

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