sábado, 12 de diciembre de 2015

Hueón de pequeño.


De pequeño
como parte de mi instrucción cultural
me dijeron que Chet Baker
tocaba excelentemente la trompeta
y cantaba con voz suave.

Yo, como era hueón,
no dejé de preguntarme
qué trucos haría
o como tendría la boca,
Chet Baker,
para cantar y tocar la trompeta
al mismo tiempo.

Con el tiempo,
y atento a esa anécdota que recién contaba,
he concluido que esa es la clave
que explica por qué uno es hueón
cuando pequeño.

Me refiero a la creencia
-hueona creencia, por cierto-
de la indivisibilidad del mundo
o del tiempo
o hasta de los otros,
siempre en función de una comprensión
que creemos completa
y de la que no alcanzamos siquiera
a dudar,
en ese entonces.

Y es que recién con los años
logramos entender
que no existe un mismo tiempo
para nadie.

Y claro,
ya que estamos,
ni siquiera un mismo mundo.

Con todo,
ese nuevo aprendizaje,
no viene a quitarnos
necesariamente
lo hueón,
sino simplemente a cambiar
esa forma de serlo,
a un nuevo estilo
que podríamos llamar
más sofisticado.

Y preferimos quedarnos entonces
con el Chet Baker trompetista
o con el Chet Baker cantante
olvidándonos entonces de ese otro Chet Baker
que tal vez por la misma incomprensión
se reventó la vida.

Ese es en parte
el problema.

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