domingo, 20 de diciembre de 2015

Ella estuvo tomando sol.


Ella estuvo tomando sol.

Ella estuvo tomando sol, toda la tarde.

Tenía un bikini negro.

Tenía una gaseosa.

Tenía un libro de Conrad, a un costado.

Pobre chica.

Pobre chica que no sabe el daño del sol.

Pobre chica que no midió las consecuencias.

Contestó el celular un par de veces.

Rio bastante durante la segunda llamada.

Luego se tendió boca abajo.

Se desabrochó entonces la parte de arriba del bikini.

Se sacó la parte de arriba del bikini.

Se quedó quieta en esa posición, como una muerta.

No fueron diez minutos.

Fueron un par de horas.

Si alguien hubiese estado ahí, se habría asustado.

No podía ser que solo estuviese dormida.

Si hasta los pájaros del lugar, deben haber pensado lo mismo.

Fue entonces que volvió a sonar el celular.

Sonó el celular y ella hizo un ligero movimiento.

No lo respondió, pero al menos la sacó de su quietud.

La llevó a dar señales de vida.

Poco después tomó la gaseosa y dio un sorbo.

Hizo un gesto de molestia y dejó la botella a un lado.

Volvió entonces a amarrarse la parte de arriba del bikini.

Se tendió ahora boca arriba.

Quedaba todavía un poco de sol.


No tocó, finalmente, el libro de Conrad.

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