sábado, 22 de agosto de 2015

La cola del perro de Alcibíades.



-Creo que fue Alcibíades –me dijo-, el general que cortó frente al pueblo ateniense la cola de su perro.

-Hueón malo –dije yo.

-Hueón práctico, mejor dicho… -me explicó-, pues lo hizo para que hablaran del perro y no de otros problemas más graves de su gestión…

-Ya -dije yo.

-El punto es que, con el tiempo, la leyenda sobre de la cola del perro de Alcibíades fue aplicándose en distintos ámbitos… la menciona Maquiavelo, Schopenhauer… y creo que hasta Wingarden…

-¿Wingarden?

-Sí, pero desde el lado más sicológico… creo que él habla de un Alcibíades interno… que operamos de esa forma, o algo así, ante ciertas situaciones…

-¿Todo internamente?

-Sí… creo que eso dice… un Alcibíades interno le corta el rabo a un perro interno y ante un pueblo que también es interno…

-…

-El problema, sin embargo, –siguió-, es que aunque imaginario, el perro al que le cortas el rabo solo tiene uno…

-Luego podrías cortarle las patas -agregué.

-Puede ser… pero supongo que la cola era algo accesorio, y era menos terrible, después de todo.

-A lo mejor también podría haber funcionado con chistes… o con cosas absurdas…

-…

-Como pintarle la cola en vez de cortársela, o algo así...

-O escribir en un blog –atacó-. Al menos como en el último tiempo…

-…

-¡Aaaaaggghhh…! –gritó el, mientras le cortaba un brazo.

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