lunes, 19 de diciembre de 2016

Mucho sol y muchas mujeres.


Afuera hay sol y hay mujeres.

Mucho sol y muchas mujeres.

Y calor.

Sobre todo calor.

En las calles.

Eso hay en las calles.

Y los hombres se quejan del calor.

Y las mujeres se quejan del calor.

Y los hombres se voltean a mirar a las mujeres.

Y a veces hay hombres alegres que cantan.

Bien cantan, pero al final estiran una mano.

A veces incluso estiran las dos manos.

Todo se ensucia en las calles.

Las calles mismas, de hecho.

Sobre todo en aquellas donde no hay basureros.

Entonces todos andan por ahí.

Caminando con la basura en los bolsillos.

O en los bolsos.

O en las manos.

Porque dicen que es más sucio dejarlas en las calles.

Eso dicen ellos, por supuesto.

Eso dicen.

En cambio, si me preguntan a mí.

Si me preguntan yo diré que no creo en esas cosas.

O sea creo en el sol.

Y creo en las mujeres.

Y creo en las canciones.

Pero no me gusta que estiren sus manos.

Y no me gusta la basura en las manos.

De todas formas, aunque no me guste.

Aunque no me guste, esto pasa casi siempre.

Y es que apenas una vez, según recuerdo.

Una vez alguien cantó y no estiró sus manos.

Tocó la armónica y cantó.

Pero no tenía manos.

Con las mujeres en cambio ni una vez.

Ni una vez según recuerdo.

Es decir, siempre tenían manos.

Dos manos, casi siempre.

Sin basura en ellas, además.

Sin basura.

Y eso resultaba sospechoso.

El sol en cambio allá arriba.

El sol no provoca sospecha alguna.

Te afiebras, digamos, estos días.

Te enfermas, digamos, pero es transparente.

Te engaña el calor, es cierto.

Y hablas extraño.

Pero al menos sabes que te engaña.

Y entonces te refugias, pero de igual forma.

De igual forma el calor entra por las ventanas.

Entra y le importa una mierda si transpiras.

Nada le importa si te afiebras.

Y es que nada cambia, en el fondo, si te afiebras.

Y en el mundo, tampoco, nada cambia.

Afuera hay sol y hay mujeres, me refiero.

Mucho sol, incluso, y muchas mujeres.

Acá en cambio apenas hay cosas inconexas.

Calor y cosas inconexas.

De hecho, ni siquiera hay un final para este texto.

Hay fiebre, pero no hay final.

No hay final.

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