miércoles, 2 de marzo de 2016

Llegar al final de algo.


Ellos hablan en la mesa de al lado. Él y Ella, claro. Hablan de proyectos. De logros. Cada uno por su cuenta, eso sí. Proyectos independientes, digamos. Adivino, de todas formas, que alguna vez tuvieron un proyecto en común. Y que tienen conocimiento -tal vez a partir de esa misma experiencia-, de una serie de datos sobre la vida e intereses del otro.  

-¿Y qué tal tus perros…?

-¿Y la operación de tu papá…?

-¿Te compraste la casa en Viña, al final…?

Cosas de esa índole, me refiero. Palabras y consultas que revelan cierto conocimiento previo del otro, como decía anteriormente, y que requieren una suerte de actualización por parte del interlocutor.

Y claro, es en medio de esta conversación, cuando Él le plantea a Ella una última actualización que da incluso origen al título y posible sentido de este texto.

-¿Sabes…? –dice Él-. Creo que en este último tiempo estoy llegando por fin al final de algo.

Esta última frase, por lo demás, es dicha con un tono que aparentemente revela una sinceridad y cercanía mayor que el resto de la conversación, cambiándola de dirección, al menos un momento.

-¿Lo dices en serio…? –pregunta Ella.

-Sí –afirma Él-. Estoy llegando al final de algo.

Luego, ambos se quedan en silencio un momento. Me volteo para ver mejor la situación y aprecio, molesto, que ambos se han tomado las manos.

-Me alegro –dice ella, con los ojos brillosos-. Me alegro profundamente.

El asiente con la cabeza, sin soltarle las manos.

Y claro, ese es el momento en que me paro indignado, con ganas de golpear al tipo ese que se emociona por el final de algo y con decepción ante Ella, que se alegra incluso de algo que considero abiertamente una desgracia.

Por suerte –para evitar la violencia, por supuesto-, el garzón del lugar se acerca y me recuerda que debo pagar la cuenta, desviando mi atención del hecho que refiero allá arriba y que apenas vengo a recordar ahora, en mi casa, cinco horas después de lo ocurrido.

Una mala forma de llegar al final de algo, por cierto.

Abrupta y mala, reitero.

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