domingo, 13 de marzo de 2016

Leyendo biografías.


Estuve todo el fin de semana leyendo biografías.

La mayoría comenzaban y terminaban en un mismo punto.

De vez en cuando alguna foto.

De vez en cuando alguna información fuera de la norma.

Como que a Galileo Galilei le atemorizaban las berenjenas.

O que Keppler se extravió por diez días, a los cinco años, tras presenciar su primer cometa.

Hice líneas con la vida de algunos.

Observe coincidencias.

Anoté cruces y destaqué algunos incidentes.

Como que Heráclides Póntico tenía siete dedos en su mano izquierda
y que Euspesipo, en prueba de amistad, le pidió que le regalase dos,
pero de la mano derecha.

Me entretuve bastante, debo reconocer.

De paso evité al alcohol, asistir a un magíster en artes y las telenovelas turcas.

Y es que fue una especie de droga
el tema este de las biografías.

Me olvide incluso de comer,
de alimentar a las mangostas
y de ver Clarence en el Cartoon Network.

¡Quién lo hubiera pensado…!

Si hasta descubrí que Schopenhauer, por ejemplo,
aprendió a leer antes de dejar de usar pañales.

(Aunque por otro lado su madre cuenta en una carta
que Arthurito usó pañales
hasta bien entrados los doce años)

¡Cuánta información…!

¡Cuánto hecho que no alcanzó a ser farándula…!

El pijama de Einstein.

La mandíbula inferior de Wingarden.

La colección de garrapatas que tenía Marco Aurelio.

¡Alguien tendría que rescatar
algunos de estos hechos…!

Sacrificar su propia biografía, digamos,
por la biografía de otros.

Sí...
definitivamente alguien
-que no soy yo-,
debiese hacerlo.

Yes que el aquí firmante
-aclaro-,
le teme al sacrificio.

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