Encuentro unas notas en un viejo libro de Onetti.
Descifro la letra, no el sentido.
Transcribo:
*
Expulsar a Larsen no es lo mismo que decidir expulsar a Larsen.
Y no digo expulsarlo de un pueblo, que eso me parece relativamente fácil.
Yo hablo más bien de otras zonas, desde donde expulsar no es una decisión sencilla.
Como cuando te piden no pensar en X y uno justamente piensa en X.
Aunque en este caso “pensar en Larsen”, no es una opción.
No es una opción, en lo absoluto.
*
La intensidad de la indignación de Larsen.
O más bien, la de uno mismo.
Me refiero a que Larsen –supuestamente-, domina la intensidad de la indignación que considera apropiado sentir.
Afortunado (y embustero) Larsen.
Una vez, pienso ahora, yo me enterré tres espinas en una mano mientras desmalezaba un lugar.
Con unas pinzas, más tardes, me quité dos.
Y maldije al cielo.
*
“Nosotros los pobres”, piensa Larsen.
¿Pobres de qué?, digo yo.
Bajo él, una baldosa hueca hace un ruido extraño.
Imperceptible, sin embargo, para el que arrastra los pies.
Y es que uno debiese cargar sus pequeños triunfos.
Llevarlos colgados a todos lados, no importa para qué.
No para que los vean, en todo caso, sino para caer, de pronto, ante su propio peso.
Gastado, sucio y pequeñísimo peso.
¿Pobres de qué?, repito.